Especial de Medianoche

Memphis Minnie: la Reina Abeja

Alejada de sus antecesoras que se debatían entre el voudeville y la música de variedades, ella fue la primera estrella femenina en despuntar de verdad en un medio musical dominado básicamente por hombres. En su actitud desafiante, lo mismo que en su voz áspera y en sus letras sin maquillaje, se esconde uno de los guiños artísticos más desgarradores dentro de la música tradicional norteamericana. Memphis Minnie (1897-1973) es la reina de los bajos fondos, la reina abeja, a pesar de que una de sus canciones emblemáticas pondera las virtudes sexuales de su compañero, el abejorro. También el gremio de los choferes, de los repartidores de hielo y de los carniceros le tendrían que colocar en un lugar aparte, pues cantó acerca de ellos, acerca de sus vidas y de lo que son capaces de hacer cuando de compañeros sentimentales se trata. Memphis Minnie se bastaba a sí misma, sin embargo, la mayoría de sus mejores temas los encontramos bajo la forma de duetos, siempre con alguno de sus “esposos”. También fue una gran vendedora de discos.

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Memphis Minnie se inscribe en esa rica tradición de artistas que se comportan como les da su regalada gana, sin convencionalismos y rompiendo moldes que los demás consideran intocables. Pertenece a aquellos que ejercen su sexualidad a plenitud. Bajo su perspectiva curiosa lo abordan todo, todo les importa. Viven cada minuto como si fuera el último. En ocasiones no les da tiempo. Ella rebasó los límites del blues campirano hasta llegar a la frontera de la pastilla eléctrica, de la blues harp amplificada y de los metales, pero la muerte de su último compañero y una enfermedad irrefrenable, le impidieron llegar más lejos.

Si hubiese existido un Instituto Norteamericano de la Mujer, en los años y en las regiones en que ella transitó, seguramente hubiera ocupado alguna de las gerencias. Y quienes se aventaron el reto de cortejarla, lo sabían. Era ella quien cantaba (casi siempre), componía las letras, se hacía cargo de los giros rítmicos y de los riffs, los contratos también eran valorados de acuerdo a su óptica. Esta actitud dominante generó que en ocasiones sus compañeros sintieran envidia y se alejaran, como fue el caso de Kansas Joe McCoy en 1934.

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Hoodo Lady

La primera foto que vi de ella, es la portada de uno de sus álbumes recopilatorios que sacó Blues Classics a partir de 1964. Guitarra en ristre, aparece enfundada en un vestido modesto con amplios hombros redondeados, actitud ligeramente altiva, mirada distante y sonrisa esbozada. Las melodías, que son quince, son absolutamente arrebatadoras. Pertenecen a su última gran época en compañía de Little Son Joe. El ritmo se carga hacia el western swing, con dominio absoluto de guitarras amplificadas, contrabajo y una percusión difuminada.

Es seguro que de esta sesión fotográfica haya otras tomas, pues el mismo Blues Classics (bajo sugerencia de Pete Welding), utiliza otra imagen ligeramente distinta para adornar la tapa de otro vinil, el número dos. Con sus esposos, Minnie aparece en al menos dos fotos antiguas, hechas en formato blanco y negro, bastante elocuentes. En ambas podemos verla junto a Kansas Joe McCoy, el compañero con quien inició su aventura discográfica en 1929. Existen otras imágenes de ella en su juventud. Aquí, ahora sí, la peinaron y arreglaron con esmero. El vestido se abre en uno de los costados, lo suficiente para mostrar piernas esbeltas y corroborar el por qué tuvo tanto arrastre con el sexo masculino. Su belleza de ébano, sin embargo, siempre es colocada detrás de la guitarra, que es el verdadero objeto del deseo, su arma preferida.

Nacida como Lizzie Douglas en el seno de una familia rural de Lousiana, en 1897, desde muy pequeña se dio cuenta de dos cosas: la primera, que odiaba su nombre, la segunda, que siendo  una chica común y corriente estaba amolada en una región colmada de machismo. Por voluntad propia se hizo llamar Kid (muchacho).

También desde chica afrontó la responsabilidad de cuidar a 13 hermanos, actividad rutinaria que encontraba momentos de placer cuando se distraía tocando guitarra, uno de los modestos regalos que sus padres le hicieron en épocas navideñas. A los diez años se muda junto a su familia a Paredes, Mississippi. En ese tiempo le compran otro instrumento, un banjo, y esto le anima a efectuar sus pininos como entretenedora en las fiestas del vecindario.

Vendría una época difícil, su madre murió y papá Abe buscó acomodo en diferentes pueblos, siempre batallando para encontrar empleo. A los 13 años Kid Douglas huye a Memphis, y encuentra en la famosa calle Beale el modo de subsistir a través del blues callejero y de los excesos. No es difícil imaginar a lo que se expuso siendo niña, en una arteria plagada de alcohol, drogas y prostitución. En el aspecto musical queda profundamente impactada cuando ve la actuación en vivo de Frank Stokes y Dan Sane, los Beale Street Sheiks. Lo admite, ha quedado maravillada, eso es, precisamente, lo que desea tocar, un blues rítmico contrapunteado con requinto y acompañamiento, voz potente y letras en doble sentido. Una rápida asimilación de los secretos del blues ambulante, le permite debutar en esa calle, y posteriormente, como integrante de la agrupación Ringling Brothers Circus desde 1916 a 1920, viajando por todo el sur.

A mediados de los años veinte conoce a su primera pareja, Casey Bill Weldon, un especialista de la slide guitar y comienzan a presentarse como dueto. Durarían poco pues Weldon era reclamado constantemente para grabar con la Memphis Jug Band, y después en solitario. Por su parte, Kid Douglas estaba segura de que algo bueno se aproximaba. Y tuvo razón. En 1928 conoce a Joe, uno de los finos guitarristas que venían de la familia McCoy. El acoplamiento musical y físico es inmediato. Unidos en matrimonio se lanzan al ruedo de las presentaciones, precisamente, mientras actuaban en la entrada de una barbería, un cazatalentos de la Columbia los descubre y rápidamente les ofrece una prueba.

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Cuando los diques se rompen

Graban entonces en Nueva York sus primeros hits de 1929, ahora bajo los nombres artísticos de Kansas Joe y Memphis Minnie. El trancazo es absoluto, sus discos de 78 rpm se venden como pan caliente. En listas de race records se colocan temas como Frisco Blues, Bumble Bee, Picking the Blues, New Dirty Dozens, Frankie Jean, When the levees breaks, Banana Man Blues, Hoodo Lady, Ice Man Blues, Pile Driving Blues, Bothering ThatThin, What’s the Matter With the Mill, etcétera. A lo largo de su carrera, Memphis Minnie grabó aproximadamente 200 temas, la mayoría autobiográficos, para compañías como Vocalion, Decca, Blue Bird y Okeh, en una fórmula exitosa que comenzó en duetos, y se alargó mediante participaciones en solitario y al final, en bandas incipientes que incluyeron, incluso, a un fervoroso muchacho llamada Little Walter Jacobs.

Sus biógrafos aseguran que le gustaba mascar tabaco, y en su indumentaria llevaba siempre escondidas navaja o pistola. Muy proclive a desenvolverse en ambientes cantinescos, beber moonshine y sostener bravatas era cosa frecuente. Sobre este punto, Big Bill Broonzy dijo que en una ocasión sostuvo un duelo de guitarra en su contra. Corría el año de 1933 cuando un rutilante bar de Chicago anunció un concurso de canciones cuyos premios para el ganador consistían en sendas botellas de whisky y de ginebra. Broonzy subió al escenario para interpretar Just a Dream y Make My Getaway. Después lo hizo Minnie con Sitting a top on the world y Me and my chauffer blues. El premio se lo llevó ésta última, aunque lo verdaderamente importante fue el dominio que hizo sobre la canción de marras, la cual sería grabada varios años después, en una versión moderna que se convertiría en uno de sus mayores hits.

Acostumbrada a mirar siempre adelante, no se sumió en la tristeza cuando a mediados de los treinta Kansas Joe la dejó por celos. En poco tiempo encontró a su reemplazo: Ernest Lawlars, mejor conocido como Little Son Joe, para variar, otro destacado exponente de las seis cuerdas. En esos días ambos se convierten en reyes de color del sonido western swing, un género muy emocionante y cadencioso en cuya raíz persiste el espíritu campirano, sin embargo, en el Chicago de principios de los cuarenta, eran otros los sonidos urbanos y de vanguardia que se perfilaban. A pesar de ello, gente como Snooky Pryor, Sunnyland Slim, y en general todo el elenco del magnate Lester Melrose de la Columbia, estaba presto a ayudarlos.

De ese tiempo son dos de sus canciones mejor reconocidas: Yo y mi chofer (Me and my Chauffer Blues, cantada por Minnie) y el Swing de la rata negra (Black rat swing, con la voz de Lawlars) en la que, por cierto en la carátula de Okeh se equivocaron al poner en los créditos, pues dice Mr. Memphis Minnie (¿¿¿¿Señor Memphis Minnie????). En toda la década de los cuarenta actúan juntos o por separado en la mayoría de los negocios de postín de la ciudad de los vientos. Pronto se dan cuenta, con resignación, que los empresarios prefieren contratar a artistas más jóvenes, no obstante, Minnie revitaliza su estilo incorporando la amplificación. Langston Huges, destacado poeta y literato, declaró quedar impresionado al ver a la señora Minnie en una fiesta de fin de año en el Bar 230: “Su voz se mantiene dura y fuerte… en cuanto a su guitarra eléctrica, es una versión musical de soldadores eléctricos además de un tren de laminación” .

Bumble Bee picó con saña

La nueva década trajo para ella problemas de salud. El interés general se centraba en los conjuntos modernos, desplazando a la música campirana al anecdotario histórico. En 1957 Little Son Joe se retira a Memphis. Ella se presenta esporádicamente en programas de radio, y empieza a vivir del recuerdo de glorias pasadas, y de uno que otro devoto que aun la busca. Sufre un derrame cerebral en 1960, que la postra definitivamente en silla de ruedas.

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Un año después se entera de la muerte de Ernest Lawlars, su último compañero. Sobrevive de manera alarmante a través de exiguos ingresos de la seguridad social, y por artículos periodísticos en donde los fanáticos se enteran de su situación y mandan dinero para ayudarla.

Su última fotografía capta perfectamente el drama: en silla de ruedas, ella soporta su enfermedad, mientras atrás descansa sobre un mueble una de las fotografías de sus años gloriosos. Problemas de apoplejía le orillan a internarse en el Hogar de Ancianos Jell en Memphis, en donde transcurre sus últimos años para morir en 1973. Sus restos descansan en el New Hope Baptist Church Cementery del condado de De Soto, Mississippi. En 1996 Bonnie Raith gestionó a través de terceros la colocación de una lápida sobre su tumba. Dicho acto fue grabado por la BBC, y constituye apenas un leve gesto para reconocer el talento y la aportación de esta mujer incomparable a la música tradicional norteamericana. En la lápida se lee: Lizzie “Kid” Douglas Lawlers aka Memphis Minnie

Y abajo, palabras más, palabras menos: “Las cientos de canciones de Minnie son el material perfecto para enseñarnos sobre el blues… en lo general y en lo particular, en nombre de millones, una voz muy singular, individual. Siempre que escuchamos las canciones de Minnie nos enteramos de sus fantasías, sus sueños, sus deseos, los escuchamos como si fueran nuestros”.

Me And My Chauffeur Blues:

Discografía básica:

Memphis Minnie. Blues Classics. BC 1
Memphis Minnie. Vol. 2. Early Recordings with Kansas Joe McCoy. Blues Classics. BC 13
Memphis Minnie. Pickin’ the blues. Catfish. KATCD 158
Memphis Minnie. I Ain’t No Bad Gal. Portraits-Columbia. PO 44072
Memphis Minnie. Vol. 2 1935-1936. Document Records. BDCD-6009

Portada: “The Story of Memphis Minnie”, painting by Amy Crehore – http://amycrehore.blogspot.mx/2006/12/lizzie-douglas-1897-1973.html