Especial de Medianoche

Rhinoceros Bluesband, volar para crecer

Fotos: Rafael Arriaga

Dice Phil Daniels que la vecindad en México le ha otorgado facultades exclusivas que no cualquier otro inglés tiene, por ejemplo, saber degustar tacos al pastor como se debe, (sin menoscabo del tradicional té inglés o un buen asado de rosbif), pero también contar con amigos de verdad que se han vuelto cómplices de aficiones tan vitales como la música. Parte fundamental de esta afinidad lo constituye su matrimonio con Yolanda, una mexicana que conoció en Londres en 1981 cuando ella cursaba una beca del CONACYT, y que orilló que tres años después radicara definitivamente en suelo azteca.

Lo imagino parte de esa Crusade idealizada que lanzó al mundo músicos y escritores de primer orden, transformadores del blues a su manera, devotos de la guitarra distorsionada, (cuando se puede), poetas que fusionan la música sincopada con el acontecer personal sin dar la espalda a los clásicos. Él busca ser un clásico. Quizá todos buscamos serlo, pero algunos tienen un talento educado y esos son los que brillan.

Habla el castellano con dificultad, en ocasiones lo escribe, así escribió un artículo en esta revista que versaba sobre la dificultad de que se concrete un verdadero blues en español. Sus razones, incompatibilidad fonética. No lo hubiera hecho, las voces contrarias –esas voces que se han esculpido en largos años de trabajo- le hicieron ver su error, el blues en español existe, es posible, se trabaja para ello.

Por eso Phil canta en inglés y canta con mucha autoridad, se mueve como pez en el agua sobre el escenario, es algo cercano a un showman, su experiencia se ha ido puliendo y en la actualidad se desparrama a borbotones en el grupo llamado Rhinoceros Bluesband, que tras varios años de batallar como Dios manda, ahora anda de plácemes por el lanzamiento de su primer disco-cd, titulado El vuelo del rinoceronte.

¿Pero esa clase de vuelos es posible?

Según Phil Daniels, Enrique Nájera, Leopoldo Bautista, Martín León, José Luis García Fernández y Mario Martínez, sí. Ellos se encargan, en ese orden, de voz y guitarra, bajo, batería, segunda guitarra, teclados y armónica/percusiones, una agrupación que entiende el vuelo de ese mamífero descomunal que representan con honor, como el tránsito elevado hacia la consecución de cosas mejores, cambiar para mejorar, volar para no estancarse, aventarse al ruedo y buscar salir en hombros.

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La música

El disco es atrayente desde el estuche, un trabajo gráfico muy imaginativo en tonos azules que incluye booklet con fotos del grupo, letras y créditos. La calidad del sonido y la ecualización es admirable, sobre todo si se toma en cuenta el arreglo de una pieza, (The song I dare not sing) cuya primera versión se remonta casi dos décadas atrás, y en la edición final ni se nota.

En total estamos en presencia de once canciones, cuatro son originales de Phil, el resto son melodías consideradas clásicas pero no por ello menos interesantes, al contrario, los arreglos (en donde todos los elementos participan), nos descubren a cada momento rutas sonoras distintas, murallas sónicas de un tejido laborioso, intrincado, emoción dosificada que por momentos da entrada a requintos y en otros a coros y a una armónica languidecida con tonos evanescentes. El disco es como un retrato en gran angular de las pasiones humanas, un rinoceronte recubierto con láminas soldadas en el soplete ardoroso del blues:

1.- Push me away (Que viene en el segundo volumen de Nacidos bajo un buen signo).
2.- Walking shoes (Desata la catarsis por su ritmo libre y voces como metralla).
3.- Cold cold feeling (Con un vaso de ron a oscuras se oye mejor).
4.- Hey Joe (Redondo como la estructura de la poesía en el siglo de oro).
5.- Can´t find my way home (Nosotros tampoco encontramos el camino de regreso a casa, pero eso no importa).
6.- Six days (Si vas a abandonarme corazón, que sea esta noche).
7.- The song I dare not sing (Gozosa experimentación, fulminante realización).
8.- All your Love (La escribieron Dixon y Rush, Clapton la lanzó como una bomba).
9.- Thrill is gone (Con permiso del Riley B. King, un poco de funk en su memoria).
10.- Hoochie Coochie Man (El santo grial de todos los blueseros).
11.- Little red rooster (Yo soy el gallito inglés, mírame con disimulo).

Con esta su primera grabación, el grupo busca abarcar un mayor auditorio. Mucha gente ya los identifica y los busca en sus diferentes presentaciones. Disfrutarlos en directo es una experiencia aparte, es gozar de la fuerza de la música y de los alcances reales de estos seis exponentes. Mario y José Luis con trabajos anteriores en grupos como Solaris Blue, Polo el bataquero con su estilo tan particular; Phil, Enrique y Martín, muy solicitados en presentaciones en vivo como en el Centro Cultural José Martí.

El disco gana, desde mi punto de vista, por las canciones tranquilas, himnos oscuros de beat penetrante, denso, liderados por guitarras puntillosas como el abandono de una mujer. Phils Daniel sabe de eso y lo transmite en Six Days, un tributo al ser amado que desaparece: “El dolor a través de una niebla de sedantes. La pérdida de un ser querido. Un hombre o una mujer. Por la ruptura, por la viudez. La desorientación y falta de fiablidad de la percepción del tiempo. Una especie de vértigo semi-nauseabundo en el tiempo. Un soplo del viento que pasa. Te recuerda que la respiración y el alma son lo mismo. Representa la lucha por encontrar el camino de regreso al mundo de los vivos”; puede leerse en el librillo.

Escucho el tema y pienso inevitablemente en Danny Kirwan, otro inglés de los tiempos de la Crusade. Una melodía suya de finales de los sesenta -con Fleetwood Mac- titulada Without you, mantiene un espíritu de abandono parecido, igualmente hipnotizante. Bravo por los Rhinoceros y por su nuevo disco, pues están demostrando que volar no es cosa simple pero tampoco imposible, sobre todo en México, uno de los países más surrealistas del planeta.

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