Especial de Medianoche

ZZ Top: Erase una vez La Granja en el Palacio de los Deportes

Las guitarras sonaron y de mi mano sin fuerza cayó otro aplauso sin darme cuenta. ¿El motivo? ZZ Top, el trío de músicos texanos que ya gozan de un lugar envidiable en la historia del mejor blues rock, estaban ahí enfrentito, a 20 metros de distancia, en el escenario del Palacio de los “Rebotes”, el viernes 27 de septiembre del lejano 1991. Y los dos líderes del conjunto, el requintista Billy Gibbons y el bajista Dusty Hill, ataviados con lentes para playa, barbones a más no poder, sobrios y elegantes, gruesísimos en sus guitarras mellizas, coreografiaban bonachones cada una de las piezas, o cada uno de los batacazos que soltaba el complemento de este triunvirato sacrílego, Frank Beard.

Caminaban con pasitos a la Michael Jackson los encores y se deslizaban sobre una banda transportadora en la duela acondicionada de ese foro enardecido. ZZ Top. Gambusinos rocanroleros. Montañeses prendidos. Artistas incomparables. Qué clase de espectáculo nos ofrecieron estos rancheros que ya son ciudadanos del mundo. Redondo-redondo como la luna que brillaba aquella noche en la húmeda ex Ciudad de los Palacios.

Año de 1991, muy presente lo tengo yo. Año en el que se rompieron tabúes con respecto de la música de rock haciendo posible la realización de conciertos muy efectivos como el que protagonizaron los texanos, simplemente de primerísimo nivel.

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Y así, a chaleco limpio, de purititas barbas, los texanos desquitaron el alto precio de los boletos, que asustaron a más de un escéptico y que propiciaron que el coso se llenara apenas a la mitad. Pero hagamos un poco de historia.

Música para encender el cuerpo

ZZ Top apareció con el nacimiento de los años setenta en la ciudad de Texas, lugar donde el rock es árido como sus desiertos y duro como la vida de los camioneros. Allí lo que abundan son los lupanares y la buena música, si como buena música entendemos aquella salida de los pulgares y del sentimiento que hace que hierva el alma y estalle en el cielo como riffs endemoniados. Muchos de los grandes guitarristas del blues negro son texanos, pero también muchos de los mejores exponentes del folclore y de la música tradicional blanca. Simbiosis perfecta. Dime a quién escuchas y te diré quién eres, y el que con lobos anda aprende a comer ovejas. Gibbons y Hill encontraron así el caldo de cultivo idóneo para sus bajas pasiones estéticas, para sus afanes rabiosamente eléctricos. Ambos sórdidos vocalistas, uno con el talento desbordado en acordes de seis cuerdas y el otro para el tololoche amplificado que es el tam tam del alucine colectivo.

¿Quién de nosotros no bailó alguna vez La Granja durante fiestas adolescentes? ¿Quién no ha experimentado esa pachequez embriagante que permea durante los cuatro minutos que dura la melodía, con la satisfacción real de estar frente a un clásico? Pues bien, hoy como antaño bailamos de nuevo La Granja y Colmillo; y, el Boogie de la Culebra, pero teniendo a sus creadores en vivo y a todo calor. Pequeña diferencia ¿no?

Y hasta las Vaqueritas de Dallas salieron varias veces para menearse provocativamente junto a la batería de Beard, ante el regocijo del público que deliraba. Mención aparte merece el espectacular equipo de efectos especiales con todo y el rayo láser aquél que se daba vuelo delineando curvas femeninas.

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La escenografía estaba integrada por un decadente deshuesadero de autos, con sus dos torres petroleras, maquinaria industrial, montacargas y diversos monitores con películas de desastres automotrices.

Hubo una especie de acto ilusionista en donde una grúa engullía a Gibbons y Hill, y los arrojaba a un descomunal horno del cual emergían fundidos en carritos compactos que causaron furor, (después sabríamos el nombre del modelo: Eliminator), ataviados ahora con nuevos vestuarios y muchísimo más potentes en la parte final del recital: “Legs señouritas Legs” y que aparezcan de nuevo las Vaqueritas, m-a-m-a-c-i-t-a-s. En fin, los tres músicos oriundos del lugar donde brilla “la estrella solitaria”, derramaron en su paso por la ciudad de México enorme calidad, experiencia añejada, vasto manejo del escenario, y, además, por si fuera poco, sentido del humor, demostrando que la sencillez rocanrolera no está peleada con la sofisticación de las grandes superproducciones modernas. Cuando mires las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a girar.

ZZ Top Live -Grosse Freiheit, Hamburg, Germany 5/31/1991

ZZ TOP (La Grange) 2016 by Sandra Groves

Correo: cannedluis@yahoo.com

Publicado originalmente en el periódico El Nacional. Octubre de 1991.