Editorial

Las ‘etiquetas’ en el blues en México

La edición de octubre de 2016, número 65, contiene como tema principal la entrevista a Emiliano Juárez, guitarrista mexicano que se ha destacado a nivel internacional. Además, también en Huella Azul Carlo González nos da a conocer su exitoso proyecto: Steelwood Guitars Shop & Club. Siguiendo con nuestra tradición de documentar a través de la fotografía lo que sucede alrededor del blues hecho en México y algunos de sus parientes cercanos, tenemos la sección Cultura Blues de Visita, ahora documentando algunos eventos de jazz.

Con respecto al blues tradicional, contamos con artículos como el de ‘Robert Johnson: la encrucijada de su imagen’ en Especial de Medianoche; y el de ‘Freddy King, The Texas Cannonball’ en Blues a la Carta. En cuanto al blues contemporáneo, encontrarás ‘Lo nuevo de Bonamassa / Clapton’ en De Colección; además, ‘Marrow, The Jumpin’ Bones. Blues desde Grecia’; y Volver, La Chicago. Blues desde Argentina; en un par de Colaboraciones Especiales; y los ‘Ganadores de Blues Blast Music Awards 2016’ en el Suplemento.

El ejemplar se redondea absolutamente con el artículo de opinión en Blues en el Reino Unido: ‘Blues is not black. Parte 3’; las 4 frases célebres en ¿Quién lo dijo?, el espectacular texto de Sesiones desde la Cabina en relación a la colección de discos Jazz in the Charts; las acertadas décimas: ‘Sabe a grosería’ en Cortando Rábanos; el poema: ‘La química del alma’ en Los Versos de Norma’; y algunos de los carteles de los eventos destacados para el mes en curso en la Agenda.

Generalmente, he tratado el asunto de las ‘etiquetas’ en el blues en México como innecesario, pero indudablemente existe. No es necesario, sostengo, porque a fin de cuentas todo se reduce a que hay música buena o mala y te gusta o no. Pero en esta ocasión, la breve reflexión al respecto viene de algunos comentarios expresados durante la entrevista a Emiliano Juárez, que publicamos en esta edición. Y bueno partiendo de lo general a lo particular quiero expresar que estas clasificaciones vienen desde un principio, en cuanto a lo que se pretende tocar. Independientemente si son de covers o bien originales. Hay músicos y agrupaciones que se inclinan por el blues tradicional, en su mayoría estilo Chicago, pasando por el Delta blues, jump blues, rhythm & blues, Texas blues, West Coast blues, New Orleans blues; entre otros. Hay los que tienen como premisa el blues contemporáneo, en su mayoría con fusiones de rock, swing, boogie, funk, soul, jazz; y otros.

Hasta aquí todo bien, sin embargo, por mucho tiempo ha habido músicos, grupos, público y algunos medios que llaman al subgénero del “rock 100% mexicano” o rock urbano como blues. Y eso sí, no creo que haya sido ni sea bueno para el blues hecho en México. Principalmente porque rondan el circuito bluesero en busca de espacios y oportunidades tanto físicos, virtuales y todo lo que con mucho trabajo se ha logrado con el blues. Sin necesidad porque todo eso, de cierta forma, ellos ya lo tienen. Aunque musicalmente probablemente estén en una delgada línea, de otros conceptos están muy alejados; y entonces confunden al público que sigue al blues como tal. Pero el dilema está en ¿porqué decir que es rock urbano y no alguno de los estilos de blues?

Para ejemplificar esto, lo haré con un viejo cuento que iba más o menos así… “Un día entro un tipo a una cantina, caminó por en medio de las mesas hasta llegar a la barra, colocó sus codos sobre la superficie y miró de frente al cantinero pidiéndole un tequila doble. El cantinero accedió de inmediato a servirle su “caballito”, lo colocó sobre la barra y le dijo, servido señor bombero, aquí está su tequila doble. El tipo frunció el ceño y le inquirió, ¿Cómo supo que soy bombero? El afable y servicial tendero le contestó pausadamente. Pues mire mi amigo, lo supe desde que cruzó la puerta, por su manera de caminar entre las mesas, por la forma de llegar a la barra, por el estilo de apostarse en ella, por cómo me pidió su trago, por la profunda mirada que tiene, por las botas, el casco, el hacha, el traje impermeable…”. Para nuestro caso, en conclusión, si se anuncian cómo, y con los artistas de rock urbano, se comportan y visten de esa manera, tocan y cantan canciones con temática de rock urbano, pues sin duda es… rock urbano.

Por otro lado, hay otro cierto tipo de blues, también en castellano, que tiene musicalmente varias fusiones con algunos pocos tintes de blues y “con letras profundas, filosóficas y demasiado rebuscadas” –como bien dice Emiliano Juárez-, por cierto, muy popular por algunos sectores del público, pero que debería merecer otra categoría o clasificación o etiqueta. Algo como se dio a principio de los 80 con el surgimiento del movimiento rupestre. Tal vez ‘blues rupestre’, no sé, sólo es una idea, porque lo cierto es que este estilo cada vez se aleja más del propio blues tradicional o del llamado blues contemporáneo. Lo ideal, creo, que en cuanto a las letras en castellano sería lograr algún cierto equilibrio, ni tan simplón, ni tan rebuscado. Y de eso, hay muy poco. Tenemos una asignatura pendiente.

Otra clasificación es la de los que tocan para divertir y los que se divierten tocando, aquí el equilibrio entre ambos conceptos, sí se da en muchos casos. Muy pocos lo hacen de manera profesional (desde el punto de vista financiero), y los más de manera semi-profesional, generalmente en festivales, encuentros, y en la parte del ámbito cultural. La mayoría también, sin excepción, lo hacemos en ciertos lugares comerciales, en lugares públicos, en eventos de instituciones culturales. Algunos recibimos justo pago por presentación, recibimos intercambios de alguna manera o simplemente con el uso de sus equipos y espacios (que también es una forma de pago o beneficio). Por lo que hasta ahora no hay quien sea totalmente autosuficiente (es decir, con su propio espacio y equipo), aunque alguien por ahí diga no recibir ni un peso, la realidad es que el pago, honorarios, viáticos o como se le llame, lo recibe en especie.

Hay otra fórmula que se ha ido dando a través de los tiempos: las bandas consolidadas -legendarias o nuevas-, y los ensambles -eternos, por conveniencia, o los que verdaderamente son agrupaciones alternas de músicos de bandas consolidadas con proyectos sólidos-. Algunos ensambles han estado surgiendo últimamente, y en ocasiones con prácticas considero no convenientes ante el trabajo de años, en el que se tiende hacia una postura seria y solidificada del género. Los nombres de ellos son muchos, y los músicos los mismos: “Fulano y Los Menganos”, “Los Menganos con Fulano”; como dicen por ahí, “la misma gata nomás que revolcada”. En fin, todo creo que se reduce independientemente de la etiqueta, a que el proyecto, su música y entorno, es bueno o malo y te gusta o no.

¡Hasta el próximo número!