Especial de Medianoche

La domadora

En los primeros años de la década de los setenta, ella personificaba a una sencilla groupie que hacía lo imposible para difundir las actividades del grupo de rock que le quitaba el sueño: Three Souls in My Mind. Dicen que publicaba notas en revistas de rock, también que se hacía presente en eventos de la llamada “onda gruesa”, era alivianada y se llevaba bien con cuanta persona estuviera vinculada con el mundo al que deseaba pertenecer.

Un hecho resultó fundamental: era novia de Alejandro Lora, cantante y compositor de TSIMM. Como en un cuento de hadas, había entablado el contacto sentimental definitivo con el delgadísimo vocalista en el propio festival de Avándaro.

Charly Hauptvogel, longevo baterista de nuestro rock y uno de los fundadores de Three Souls, recuerda la manera cómo esta chavita insistía e insistía para entrar a ver a Alex a la zona privada en donde se encontraban descansando los grupos que actuarían en aquél mítico concierto desarrollado en septiembre de 1971 en Valle de Bravo. Era tanto su afán de entrar que finalmente Charly autorizó a los secres para que la dejasen pasar.

Lo que vino después es fácil de imaginar, nunca más se apartaría del llamado “flaco de onda”.  Su noviazgo duraría bastantes años. De amiga pasó a ser directamente novia, luego esposa y finalmente empresaria, una especie de directora general de los destinos profesionales del grupo que ha modelado hasta límites insospechados: El Tri. Pero ¿cómo era Celia García Guerrero -su nombre real, aunque todos la conozcamos como Chela Lora- en aquellos años setenteros, cuando la dulce candidez del amor incondicional hacia el rock y hacia su media naranja, constituían su único mundo?

En una entrevista efectuada por Antonio Malacara, y publicada en el número 45 de la revista Conecte, Chela revela su simpatía únicamente por los líderes de los grupos de rock mexicano y no tanto por el resto de los demás integrantes, también del fastidio que le provocaba que los grupos repitieran las mismas canciones y rutinas, y del peligro de que las chavas asistieran solas a los hoyos funkies:

-Muchos chavos empiezan a tocar no tanto por el rock, sino por el reventón y las chavas que consiguen andando por ahí- decía Chela. ¿Pero no crees que existen músicos rocanroleros innatos o de perdida honestos? reviraba Malacara.

– Pues muy contados realmente, porque a muchos no les preocupa ni ensayar, no crean su propio estilo, se conforman con fusilar a los grupos extranjeros.

– ¿En qué te basas para afirmar eso?

– Porque conozco a casi todos los líderes de los pocos grupos que hay en México. Ellos son los que verdaderamente se preocupan por el grupo, por algo son los líderes. Los demás miembros del grupo no son nada profesionales, no ponen nada de su parte o muy poco realmente.

– ¿Asistes tú a todas las tocadas que se realizan?

– No.

– ¿Por qué?

– Por una parte, por el personal que hay en las tocadas, ellos no van a oír la música, van a echar relajo y a quemar. Yo como mujer, siento miedo, y no porque los chavos se agandallen o te hagan algo, sino porque luego empiezan las broncas y avientan botellas y todo lo que encuentran. Y por otro lado, porque casi siempre oyes lo mismo. Luego ya sabes hasta con qué canción cierran los grupos, o sabes cuál va a pedir la gente…

– ¿Cómo te sientes al vivir en esta ciudad?

– Pues siempre he vivido aquí, y considero que es una ciudad muy monótona. ¿Qué puedes hacer? ir al cine, o a un reventón con tus amigos, o ver las caricaturas en tu casa. A veces siento que me gustaría vivir en otro lugar, para poder escuchar más rock, que es lo que me gusta”.

 

¿Es lo mejor?

De la discreta compañera sentimental de Alejandro y porrista incondicional de Three Souls durante los primeros años, Chela daría un cambio radical en su personalidad a raíz del surgimiento del Tri, a finales de 1984, y su posterior conversión a empresa formal. Siempre entallada en ropa negra de cuero, melena roja, playeras y afiches relacionados con la Virgen de Guadalupe, lentes oscuros y botas ídem, la imagen que creó para sí misma la proyectó hacia los demás miembros del grupo, y hoy se considera el uniforme oficial del Tri. Es raro verlos en algún evento público vestidos de manera distinta, sin sus figurines semi-darketos, semi-punketos, y lo mismo presenciar alguno de sus conciertos sin que Alejandro diga los mismos chistes, interprete las mismas canciones y las mismas rutinas desde hace tantos años, un aspecto reiterativo que ella decía odiar de los grupos mexicanos en los setenta.

Para las nuevas generaciones que crecieron con la música del Tri en los últimos 20 años, la presencia y las decisiones de Chela al interior del grupo son normales. Para los viejos fanáticos que pertenecen a la generación de Avándaro y años subsecuentes, su injerencia está acabando con la poca creatividad que aún muestra Alejandro Lora, sin olvidar las fricciones con antiguos miembros que terminaron por expulsarlos definitivamente de las filas del Tri, con el daño posterior a la calidad musical y a la imaginación que proyectaba la banda en grabaciones y en conciertos. Sergio Mancera, Arturo Labastida, Felipe Souza, Mariano Soto, y antaño Carlos Hauptvogel, constituyen algunos buenos ejemplos.

Para los cientos de detractores de su consorte, Alex recuerda los días en que “la domadora” trabajaba horas extras y se peleaba con empresarios abusivos para que les pagaran a tiempo y en forma, o también cuando ella misma -con sus dedos aun sin manicurar y sin uñas larguísimas- pegaba con engrudo los carteles de las tocadas en muros y postes. Según parece esas demostraciones de lealtad calaron hondo en el corazón de Lora. Ella no se queda atrás.

Cada que puede recuerda la manera en que salvó a Alejandro de las garras del alcoholismo. En plena época de excesos le obligó a ir a la Villa y jurar frente a la Guadalupana que dejaría la bebida.

En una entrevista con El Universal, la pelirroja volvió a reiterarlo:

—Álex está en los cuernos de la luna porque yo lo he dejado ser. —dice, combativa— ¿Dónde lo quieres ver? ¿En el Chopo? ¿Todos los días tomando cerveza?

“Años después, ya casados —han celebrado la ceremonia de boda seis veces, una vez en la Villa de Guadalupe—, Chela sacó una escobita y se puso a barrer simbólicamente a toda la gente nefasta que supuestamente está alrededor de su marido. Chela confiesa que está un poco harta de que a su esposo lo tilden de mandilón”. Cuando el matrimonio visitó los estudios de Canal 11 para conversar con Cristina Pacheco, Chela puntualizó que las tareas entre ambos son claras y están bien definidas: “Alejandro es el artista, su única ocupación es mantenerse tranquilo para escribir e inventar canciones. Yo me encargo de toda la cuestión práctica, empresarial, para que él no se distraiga“.

Pero lo que nunca ha aclarado es por qué ese afán suyo de subirse al escenario, en determinados conciertos, para bailotear, cantar o hacer coros, situaciones totalmente prescindibles que nada tienen que ver con las clásicas labores del manager y que, en cambio, enfurecen a amplios sectores de los viejos fanáticos de Lora y del Tri.

Algunos músicos que han trabajado al lado de Alex se quejan de no recibir regalías por los derechos de autor de distintas canciones.

Uno de ellos es Charlie Hauptvogel. En un artículo escrito por Óscar Jiménez para El Universal, el investigador resume muy bien el truene que hubo entre los dos viejos amigos:

“Juntos escribieron al alimón muchas canciones y fundaron, sin siquiera adivinar hasta dónde llegarían, el Three Souls in My Mind.

Eran tan amigos que Lora es el padrino de Frida, la hija de Charlie, pero un día la entrañable amistad se acabó. Diferencias por dinero y problemas con los derechos de autor provocaron una discusión en la que Charlie se enfrentó a Chela con duras palabras.

“Eso llevó a la ruptura en septiembre de 1984. Álex lanzó a la calle la batería de su mejor amigo para dar comienzo así a una separación que suma más de un cuarto de siglo. Desde entonces, Charlie ha tratado de sobrevivir musicalmente y con frecuencia tiene apuraciones económicas. Me dice que la culpa de lo mal que la ha pasado la tiene un sólo hombre, y su “domadora”:

—Si hablo mal de Álex Lora, Chela va a mandar ponerme en la $#”%&. Tiene fama de hampona. Ella no lo hace, pero paga a la gente. La lana rifa aquí y en China”.

Para otros sectores de nuestro rock, el gran éxito comercial del Tri consistió en volverse empresa. Chela ha sido parte fundamental de ese engranaje, aunque la fama conseguida haya tenido fuertes costos, por ejemplo, eliminar para siempre la fraternidad que existía entre los antiguos elementos del grupo, que derivaba en una identificación plena y en alta calidad en lo que cada uno hacía, algo muy distinto a lo que hoy observamos, un simple grupo de músicos asalariados que tratan de no sobrepasar los moldes establecidos, y cuya única misión consiste en tratar de mantener viva a una leyenda que desde hace mucho tiempo, muchísimo, ha dejado de sorprender a los que son considerados fanáticos de corazón.

El Tri – Prueba de amor

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