Cortando Rábanos

Como Campesinos Venusinos

Rodrigo Eduardo González Guzmán, Rockdrigo, nació en Tampico, Tamaulipas, en 1950. Fue uno de los fundadores del Movimiento Rupestre, horda de cancionistas urbanos (junto a Nina Galindo, Rafael Catana, Jaime López y Roberto González) que azotaron la Ciudad de México provenientes de otros estados de la República.

Se caracterizaban por el desenfado estético y una lírica desafiante y humorística volcada sobre los problemas del México contemporáneo. Rockdrigo no era, como se ha dicho, la versión nacional de Bob Dylan, ni surgió por alergia a la Nueva Trova cubana; Rockdrigo fue amasado por un México de contrastes sociales muy profundos que la televisión pretendía homogeneizar. Su aparente descuido personal y el desenfado en su modo de cantar y de presentar sus canciones eran una premeditada respuesta a esa revolución (política, no social) que se nos  fue institucionalizando cada vez más, saturando las pantallas de Timbiriches y Chapulines Colorados.

Personaje legendario de la Nueva Tenochtitlán, Rockdrigo fue una de tantas víctimas del terremoto de 1985. Gran parte de su obra ha sido editada por Ediciones Pentagrama: Hurbanistorias, El profeta del nopal, Aventuras en el Defe y No estoy loco. También existen algunas grabaciones no oficiales accesibles en la red: Rockdrigo en vivo en el café de los artesanos, Rockdrigo en Ediciones Pentagrama y Rockdrigo en vivo en Radio Mexiquense.  Comparto su “Manifiesto Rupestre”, declaración de principios artísticos que él mismo proclamó en uno de sus conciertos.Hoy, a treinta años de la fundación del movimiento, siguen brotando pencas de aquellos magueyes.

MANIFIESTO RUPESTRE

No es que los rupestres se hayan escapado
del antiguo Museo de Ciencias Naturales,
ni mucho menos de Antropología;
o que hayan llegado de los cerros
escondidos en un camión
lleno de gallinas y frijoles.

Se trata solamente de un membrete
que se cuelgan todos aquellos
que no están guapos,
ni tienen voz de tenor,
ni componen como las grandes cimas
de la sabiduría estética o (lo peor)
no tienen un equipo electrónico
sofisticado, de sintes y efectos
muy locos que apantallan al primer
despistado que se les ponga enfrente.

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