¿Blues racista? Un poco de historia para combatirlo
B.B. King, Johnny Winter y Muddy Waters. New York City, 1979 – Foto: Bob Gruen.
“Bluesistas sólo son negros, nacidos en Estados Unidos y con historia dentro del blues, ya sea por (tener) familiares que fueron músicos o vivieron la época de los plantíos o esclavitud, todos los demás somos ‘Intérpretes de Blues’”. Este fue un comentario que recibí por mensaje directo, en la página de Facebook de Síncopa Blues a mediados de septiembre, lo que detonó un intercambio de ideas entre la persona que sostuvo lo anterior y yo. En esa ciberconversación el armonicista que me escribió, sostenía que ni Clapton, ni Musselwhite, ni Voughan o Bonamassa, por el simple hecho de ser blancos, no podían considerarse bluesistas, sino intérpretes, aplicando una lógica racista, desde mi punto de vista.
Para hablar del blues ─género cuyo surgimiento, sin discusión, está fechado a finales del siglo XIX y principios del XX─, es importante remontarnos a las raíces, a las canciones de trabajo (worksongs) y a los espirituales (spirituals). También es fundamental hacer historia y tener presentes fechas importantes como la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, proclamada por Abraham Lincoln en 1863 y efectiva a partir de 1965 con la adopción de la 13 enmienda en su constitución. Es decir, los negros de finales del siglo XIX e inicios del XX, ¡en absoluto ya eran esclavos!, y sus raíces musicales, para esa época, contaban con un proceso de casi dos siglos, desde la llegada de europeos a Estados Unidos, a inicios de 1600’s.
Los esclavos negros, que venían con los europeos, fusionaron y adaptaron su cultura y tradiciones a las circunstancias del nuevo continente. Los afroamericanos de inicios del Siglo XIX que trabajaban en los campos del sur de Estados Unidos, entonaban cánticos de carácter religioso, spirituals, espirituales; así como worksongs, que además de ser cantos religiosos, también eran de protesta, rebeldía y esperanza. Esos cantos eran de absoluta tradición oral, como suele pasar con la mayoría de las tradiciones de los pueblos del mundo. En esta tradición oral, las canciones se fueron transmitiendo de lugar a lugar y por generaciones, algunas han llegado hasta nuestra época.
Desde las últimas cuatro décadas del Siglo XIX la comunidad afroamericana tuvo la libertad que por mucho tiempo soñó, ahora eran libres de ir a donde quisieran, de trabajar en donde quisieran y de ser lo que quisieran. Los espirituales y las canciones de trabajo se trasladaron de los campos agrícolas a los pórticos de las casas, a reuniones familiares y con amigos. Y aquí es en donde comienza a tomar forma el blues.
Alex Ross, escritor y destacado crítico musical de The New Yorker, en uno de sus múltiples artículos ─recopilados como ensayos en el libro Escucha Esto (Ed. Seix Barral)─, describe una escena cuyo protagonista es W.C. Handy y un hombre no identificado. Es 1903, el músico y compositor afroamericano se encuentra matando el tiempo en la estación del tren de Tutwiler, Misisipi, cuando escucha a un señor tocando su guitarra, los extraños sonidos que salían de ella, eran producidas al acercar un cuchillo a las cuerdas, mientras repetía la frase “Goin’ where the southern cross’ the Dog”. A partir de ese momento ─comenta Ross─ Handy intentó capturar en sus composiciones, la esencia de lo que había escuchado en ese instante; para 1914 el mundo conoció St. Louis Blues. “Una característica común de muchos de los primeros blues, ya fueran comerciales o rurales, es el antiguo deslizamiento cromático descendente”, describe Alex Ross y como ejemplo están la mayoría de los blues tradicionales de las dos primeras décadas del siglo XX.
El canto, el sentimiento, los lamentos, todas las emociones contenidas en los spirituals y las worksongs, que interpretaba la comunidad afroamericana de finales del Siglo XIX ya con cierta modificación, fueron tomados por W.C. Handy y otros músicos para desarrollar una primera corriente del blues, que fue más allá del sonido de la mera guitarra y que con mayor orquestación tomó la forma de hot jazz y ragtime. Los primeros años del siglo XX, tenían por un lado al blues rural, el blues del Delta y sus exponentes; mientras que por el otro, la sofisticación de blues que se comenzó a hacer presente con compositores como Gershwin, Rodgers, músicos blancos, formados en el clásico y que sin lugar a dudas abrevaron del blues para enriquecer sus temas, piezas ahora imprescindibles dentro del repertorio del jazz.
De esta manera, a lo largo de más de un siglo de historia del blues como género musical, éste ha evolucionado, se ha fusionado y ha dado pie para el desarrollo de otros géneros, como el rock and roll.
El blues más que un género, es un sentimiento y desenvolvimiento musical que ahora se compone y se interpreta en todas partes del mundo, con los matices y sincretismos de cada lugar, sin que eso lo demerite. Las raíces culturales de la comunidad afroamericana de Estados Unidos, incluida su música, son un legado de la humanidad.
Los bluesistas no se definen por su color de piel, ni por sus antecedentes familiares, los bluesistas se definen por su aproximación al género y por su desarrollo musical. Limitar el blues es coartar la libertad con la que surgió y la libertad con la que se ha desarrollado. El blues es más grande que sus raíces, es tan grande como su desarrollo.
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