Especial de Medianoche

Calatayud y Redi, nuestra pareja sincopada

Presenciar en directo un recital de piano y canto en el auditorio de la escuela en donde cursaba el primer semestre de preparatoria, resultó un evento sumamente gratificante, y con el paso de los años, inolvidable. Esto ocurrió en el auditorio del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Azcapotzalco, y los artistas fueron, el veracruzano Juan José Calatayud en el piano, y la norteamericana Nan Redi en la voz. Curiosamente volví a gozar de la actuación de ambos un par de años después, durante el Cuarto Festival de Blues en México celebrado en el Auditorio Nacional.

Por ese tiempo no imaginaba el calibre de los artistas que tenía enfrente, únicamente disfruté de un amplio repertorio que viajaba del jazz al blues, y de una ejecución que me pareció notable. Cuántas actividades interesantes programaban las autoridades del CCH por aquel tiempo. En el mismo auditorio disfruté por igual de obras de teatro (Laura Zapata y Roberto D’Amico, saludos con cariño) que funciones de cine, conferencias y talleres, presentaciones de libros, y por supuesto, conciertos de música variopinta, siempre de manera gratuita.

Recuerdo especialmente, como ya dije, la poderosa presencia de Juan José Calatayud. Su manera de tocar las teclas transmitía al mismo tiempo energía y sutiliza, con una rara vitalidad que solamente transfieren los músicos de formación vasta. Este hombre sudaba música, respiraba música, creaba música todo el tiempo. Mantenía al público en un hilo por su manera de fusionarse con el instrumento.

Supe aquella tarde en el CCH, que el trabajo en compañía de Nan Redi formaba parte de un amplio programa cultural que pretendía dar a conocer a los estudiantes universitarios las características básicas del jazz, para ello, ambos artistas, sonrientes en el escenario, emprendían giras por muchas escuelas e instituciones públicas del país.

La síncopa y la improvisación desfilaron generosamente aquella vez, pero también el baile y el movimiento en escena, pues Nan Redi era una bailarina consumada, y cuando las notas que tocaba el maestro Calatayud se lo permitían, esta mujer de color desplegaba pasos y coreografías que los estudiantes festejamos con sincera admiración. Pertenecía a esa estirpe de cantantes norteamericanas que además de hacerte pasar un buen rato con su repertorio, te enchinaban la piel por la manera de “teatralizar” las historias de cada melodía, gracias a movimientos corporales, gestos y actitudes que constituían un espectáculo en sí mismos.

Nan Redi nació en Brooklyn, Nueva York. Estuvo becada en la famosa Escuela Billiard, y después continuó sus estudios musicales con Abbie Mitchel, Warol Heywood, Leonard Poour y Holl Johnson. Muy pocos datos se conocen sobre su carrera, una deuda que los biógrafos del jazz deberían saldar. Por Antonio Malacara sabemos que Nan Redi falleció en mayo de 1985, esto gracias a un correo que le escribió Gloria, la viuda de Juan José Calatayud. En el texto se afirma que la cantante se recluyó en su recámara, “convencida de que ya había hecho todo lo que tenía qué hacer, bajó su cortina y ya no quiso contestar teléfonos, comer ni nada, y un buen día murió la mamá de chocolate, como le decía Juan José”.

El maestro Calatayud, por su parte, nació el 31 de julio de 1939 en Córdoba, Veracruz. Se formó como músico bajo la tutela de los legendarios Blas Galindo y José Pablo Moncayo, para posteriormente revolucionar la escena jazzística nacional en los años 60 con su célebre conjunto 3.1416. Amante de diversas expresiones musicales, Calatayud se destacó también en la música clásica al presentarse como solista con más de 15 orquestas sinfónicas de México y Estados Unidos, y como director con siete agrupaciones; además de su destacada participación como compositor y director musical de obras de teatro.

Luego de que en 1965 sufriera un accidente automovilístico que lo confinó a una silla de ruedas y le impidió seguir usando los pedales del piano, Calatayud demostró su voluntad y talento al inventar una técnica particular para suplir esa supuesta desventaja. Por toda la república mexicana realizaba giras y presentaciones, en cuanto espacio fuera posible, con un decidido empeño para que le gente tuviera acercamientos con distintas expresiones musicales. Fue un delantado a su tiempo. Por su formación enteramente concertista, tenía una técnica depurada, que muchos le reconocieron y le admiraron. Lo mismo fue solista con la Orquesta Sinfónica Nacional, que con la de Xalapa o con alguna internacional; lo mismo interpretaba a Mozart o Ravel, que a Gershwin o a Brubeck.

Durante sus más de 40 años de carrera artística se presentó en foros de gran relevancia como el Palacio de Bellas Artes, la sala Nezahualcótotl, el teatro Juárez de Guanajuato, y el teatro Degollado de Guadalajara. Además de visitar distintos países de Europa y América Latina, fue maestro en Brasil, Francia y Alemania. Su producción discográfica incluye 10 elepés y seis compactos. Entre sus galardones se cuentan una Medalla al Mérito otorgada por la Facultad de Música de Sao Paolo, Brasil, el nombramiento de Hijo Predilecto de su ciudad natal, así como la copia de la Cédula Real de la ciudad de Puebla.

Una de las principales aportaciones de Juan José Calatayud a la escena, además de su enorme talento para incorporarse a diversos proyectos de cine o teatro, como ya cité, fue el hecho de llevar el jazz a lugares en donde no era común escucharlo. Si durante los años 50 el hábitat natural del jazz eran los cabarets y centros nocturnos, a donde la gente iba a escuchar y bailar con la música de orquestas como la de Luis Arcaraz, por ejemplo; en los años 60, ya se le podía escuchar en el llamado recinto de mármol, en bares, restaurantes, cafés, en centros culturales y, sobre todo, en espacios universitarios.

Según Pablo Espinosa, de La Jornada, “Con la cantante de color Nan Redi, una leyenda también ya fallecida, protagonizaba los domingos verdaderos happenings musicales en la Parroquia de San José, con su Misa en soul y sus sanas irreverencias musicales, procedimiento generoso que continuó en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde alternaba con el compositor Mario Lavista verdaderas cátedras al piano y sus partituras con el Taller Coreográfico de la Universidad. Su último concierto fue glorioso: un atardecer de dimensiones epopéyicas en el Zócalo de la ciudad más grande del planeta, previo a la presentación del dominicano, su igual, Michel Camilo”.

El 23 de marzo de 2003 murió Juan José Calatayud, dejó este mundo colmado del cariño de sus numerosos alumnos y del público en general. “Supo superar y sonreírle a la vida como pocas personas en este planeta”; su impresionante talento lo convirtió en uno de los más importantes pianistas y difusores del jazz en México, resume con buen tino Antonio Malacara.

Take Five, Juan José Calatayud Trio

Homenaje a Nan Redi