La Historia de Hoy

Iniciación al Blues. Introducción III

Los esclavos no sólo cantaron, sino que inventaron sus propios instrumentos; crearon un banjo rudimentario, un pequeño violín, y la jarra, cualquier envase capaz de producir resonancia cuando se sopla por la abertura. Los domingos por la tarde, la música y el baile fueron el común denominador de las reuniones en las plantaciones esclavistas “liberales” del sur. Esas manifestaciones permitieron creer a los poderosos caciques sureños que los negros eran felices y ello les infundía cierto sentido paternal, tomado en la época como noble virtud, al hacerse cargo de esa especie de bronceados niños grandes.

Para ese entonces empezó a desarrollarse cierto interés por la cultura negra y se crearon bandas formadas por músicos blancos con las caras pintadas de negro denominadas minstrels. Y aunque todavía no tocaban lo que se llegó a conocer como blues, parodiaban las formas rudimentarias de la música de los esclavos.

Esa fue la primera influencia, de muchas otras, especialmente en el terreno musical, de la incipiente cultura afroestadounidense en la cultura blanca de Norteamérica. Esas tradiciones culturales negras apenas nacidas, tuvieron un poco de espacio, fueron alentadas por la prohibición del esclavismo en las colonias del norte durante la guerra de Independencia (1775-1783) y reforzadas por la abolición nacional de la esclavitud, decretada por el presidente Abraham Lincoln en 1863. Sin embargo, los terratenientes sureños tuvieron tiempo de “importar” más esclavos durante la segunda mitad del siglo XIX, y no estaban dispuestos a perder el control sobre los afroestadounidenses a pesar de su recién adquirida libertad.

La famosa frase: “Separate, but equal” (“Separados, pero iguales”), regía las leyes en todo el sur de los Estados Unidos, donde habitaba la mayoría de los negros, sólo eran aceptados en los peores empleos. No obstante, la hostilidad del entorno, los negros desarrollaron una música influenciada por el folk británico llamada ragtime, basada en las melodías punteadas del banjo y un ritmo acelerado marcado con el pie, que le daba una cadencia bailable.

A principios del siglo XX, ministros negros fundaron sus propias iglesias y los himnos religiosos, que tomarían el nombre de góspel adquirieron características propias. Justo en el cambio de siglo se tocaron los primeros blueses en el delta del Mississippi, una región que no sólo se refiere a la desembocadura del río en el Golfo de México, sino a una zona que comprende varios estados del sur agrupados alrededor del río, bajo la influencia del ragtime, el góspel y las tradiciones africanas.

Así apareció lo que más tarde se bautizaría con el nombre de blues (una palabra para describir un estado de ánimo melancólico y nostálgico). En un principio interpretado con instrumentos primitivos de la época esclava y el banjo, traído de Inglaterra, ese ritmo no tomaría su color definitivo hasta adoptar un instrumento español y que los recién conquistados territorios mexicanos habían legado a los Estados Unidos: la guitarra.

Hacia 1910 ya todos los elementos del blues estaban dados, pero no fue sino dos años después cuando W.C. Handy, un afroestadounidense educado y director de una orquesta de marchas, publicó su pieza bautismal y precisó la estructura clásica del género: doce compases y estrofas de tres versos, los primeros de los cuáles se repetían.

Por supuesto, las canciones compuestas por Handy no eran auténticamente blues sino su formalización en partituras. El verdadero blues, considerado como nocivo, estaba confinado a las barracas y plantaciones algodoneras. Muchos negros y la abrumadora mayoría de los blancos identificaron al blues no sólo como música primitiva y profundamente melancólica sino como una manifestación del demonio. Y para desacreditar el naciente género musical emplearon este versículo de la Biblia: “Loa al Señor con canciones alegres”.

W. C. Handy – St. Louis Blues