Colaboraciones

Jorge Barral: Un mundo, un amor, una música

Jorge “Flaco” Barral (Montevideo, 23 de diciembre de 1945), es un músico uruguayo radicado en España desde 1973. En Uruguay, fue parte de la banda Opus Alfa e integró el grupo Días de Blues. Ejecuta diversos instrumentos, como lo son: la guitarra acústica, el bajo, la mandolina, el banjo tenor, el buzuki y el chaturangui (instrumento hindú). Ha incursionado principalmente en el blues, el folk, el rock y en la música de la India.

‘Soy Jorge “Flaco” Barral, uruguayo afincado en España desde 1973 y actualmente en Madrid, después de haber pasado por Barcelona y Menorca. Toco guitarra acústica, chaturangui (instrumento hindú), mandolina, bouzouky, banjo tenor y bajo. A lo largo de los años he incursionado en varios estilos, como el blues, rock, folk y músicas de la India y en mis composiciones, he tratado de mezclar, fusionar estos estilos que me acompañan. Creo poder transmitir un blues lírico, todo en español, todo muy intimista, muy cercano y natural, sin florituras ni adornos forzados. Me encantaría que pudieras disfrutar, como yo disfruto, de este viaje mágico y misterioso’.

La entrevista

Michael. ¿Cómo han influido los ritmos y la contracultura del rock en tu visión del mundo y en los viajes que has realizado?

Jorge. Nunca se está seguro de cómo hubiera sido tu vida en otras circunstancias. Aunque en casa de mis padres se escuchaba mucha música norteamericana, con una radio en onda corta, así que estaba impregnado de notas blancas y negras. Y además tengo un hermano cuatro años mayor que yo, también loco por la música, aunque no músico. He tenido mucha suerte de estar siempre rodeado de buena música e ideas contestatarias en la familia, así que cuando llegó la contracultura me dejé engullir por ella. Estaba como pez en el agua.

En mi web personal, me temo que bastante desactualizada, tengo un encabezado con una frase en la que digo que hoy día soy, after hippie, after ego y after blues. Interiormente soy consciente de que en mi interior sigo siendo un hippie, aunque el ego lo he ido venciendo. Pero si me subo a un escenario, sé que aún lo tengo. Quizá del bueno, como el colesterol y aunque el blues lo llevo muy dentro, también exploro otras corrientes musicales.

En cuanto al punto de vista sobre el mundo, este me influenció totalmente. Sigo pensando que tendríamos que seguir teniendo una gran carga de amor y no odio entre nosotros y podríamos construir una sociedad más positiva, igualitaria y sana. En cuanto a los viajes por el mundo, la contracultura me enseñó a no tener miedo y emprender infinidad de veces nuevos proyectos, a cambiar de ciudad y comenzar de cero una y otra vez. No renegar del pasado y a poner mi vida en una balanza y estar satisfecho de cómo ha ido todo, aunque siempre pienses que podrías haber mejorado miles de cosas.

Michael. ¿Cómo describes tu sonido, filosofía musical y repertorio? ¿De dónde viene tu impulso creativo?

Jorge. Bueno, tengo mi definición particular que quizá la haga más presente desde el próximo disco, que ya estoy preparando, con mucha tranquilidad. Mi sonido sería el BlusyRagaDombe, una pizca de blues, otra de sonidos de los hindúes y sazonado con un poquito de candombe (música de los negros africanos que llegaron a nuestra tierra, Uruguay, en el período de la esclavitud, que no tiene nada que ver con el candomblé).

Mi filosofía musical cuenta mis experiencias humanas, amor terrenal, amor o desamor de pareja, viajes, o sea, lo que ves y te impresiona y lo disfrutas, lo haces historia y también problemas sociales, aunque no quiero ser un compositor de protesta.

Tal vez mi impulso creativo proviene de pensar que un músico no puede estar constantemente copiando, o haciendo versiones, hoy día es muy común con los tributos (esto último lo odio, seguramente muchos de los que lo interpretan jamás habían escuchado a quien están tributando). Este corta y pega tan vigente coarta la investigación de la persona a su interior y termina por no saber quién es, musicalmente hablando. Será un cuerpo lleno de frases sin sentido. Siempre, desde que me conozco “colgado de una guitarra”, compuse temas, aunque los guardara en un cajón.

Michael. ¿Cuáles fueron las razones que hicieron que los años 60 en América Latina fueran el centro de investigaciones y experimentos de folk/rock?

Jorge. Creo que por un lado nos influenciaron las corrientes que venían de Estados Unidos, Inglaterra y Europa. Muy importante fue el mayo francés del 68, la corriente hippie, la música hindú con los Beatles y Ravi Shankar a la cabeza, la psicodelia; pero no olvidemos que también estaba el “desalambrar” del canto popular, “América unida jamás será vencida”. Evidentemente el canto popular no tenía mucho que ver conmigo, que me situaba entre el rock sinfónico, el power blues con grupos y a nivel particular en el folk. Pero estábamos viviendo unos momentos muy, muy difíciles que desembocaron en dictaduras, así que había mucho que contar, mucho que cambiar, había mucho más camino que recorrer.

Michael. ¿Hay algún recuerdo de conciertos, jams, presentaciones, viajes y sesiones de estudio que te gustaría compartir con nosotros?

Jorge. ¡UyyyUyUy! me encantaría compartir tantos, que seguro no te dejarán publicar la entrevista por su descomunal extensión. Bueno, voy a tratar de compartir, dos o tres…

La carrera de Días de Blues (trío de power blues, que tuve en Uruguay) fue muy curiosa. Nos invitan a tocar de teloneros de los teloneros; era la primera vez que íbamos a actuar en público como DDB. Tocamos y el público alucinó.

Cuando comienza el segundo grupo, el público comienza a gritar “¡Días de Blues!” de forma un tanto irrespetuosa, pero querían que nosotros siguiéramos, y viene el grupo estrella y pasa lo mismo. No podíamos creer esa reacción. Viendo el resultado, alquilamos un teatro y a los 10 días estábamos haciendo nuestro primer show solos y quedó gente en la calle.

Cuando dejo el grupo y decido venirme a España, me hacen un concierto de despedida en el Cine Novelty. Para tocar el bajo, usaba siempre una púa de carey muy grande. Pues ese día, que era mi despedida, en el último tema, esa púa que era casi parte de mi cuerpo, se me escapa de los dedos y desaparece entre las tablas del escenario. Fue como si una parte de mí se hubiera quedado en Montevideo para siempre.

Ya estando en España, en los primeros meses, escucho por radio un cantante que me sorprende y le digo a mi exmujer: “Guauuuu, como me gusta este tal Hilario Camacho, como me gustaría alguna vez acompañarlo”. Me traslado a Menorca a vivir a una casa de campo y en una tarde de verano, aprontándome para ir a actuar a una barbacoa al aire libre, golpean la puerta, abro y hay un personaje que me pregunta si soy el Flaco músico. Digo que sí y contesta, “soy Hilario Camacho”, ¡casi me caigo de culo!

Le digo que me estoy aprontando para ir a tocar, que no lo puedo atender y me pregunta si él podría acompañarme en algunos temas. ¡Guauuuu! Nos subimos a la Movilette (motocicleta), fuimos a buscar su guitarra y terminamos tocando juntos. Estuvo viviendo conmigo unos meses, preparamos el disco, La Estrella del Alba y, gracias a él, vivo en Madrid y agradezco que me haya abierto la puerta del ambiente musical madrileño.

¡Qué cosas pasan en la carretera!

Michael. ¿Qué es lo que más extrañas hoy en día de la música del pasado? ¿Cuáles son tus esperanzas y temores para el futuro?

Jorge. Creo, sin temor a equivocarme, que hemos perdido el norte. Realmente, se ha aprendido poco de la época de los 60/70. Sin lugar a dudas, fue la mejor etapa de la música moderna, llamémosle blues, rock, folk, etc, en todas con sus variantes. Una verdadera explosión creativa, una verdadera explosión de sutileza, de melodías tanto vocales como instrumentales, ¡una pasada! Eso extraño, esa fuerza interior para expresarle al mundo lo hermoso, lo jodido, lo disfrutable, el amor… eso extraño. Extraño que las personas vayan a un concierto a llenarse de música, llenarse de viaje, llenarse de sensaciones y no que estén con el puto teléfono sacándose fotitos para demostrar que habían estado en tal o cual concierto. Extraño cultura, están zombies, no saben ni para donde van, ni de donde vienen.

Esperanzas, mmmmmm. No veo cambios positivos, soy incapaz de vislumbrar nada. Quizá la esperanza está en las “músicas del mundo”, que vayan calando en los sentimientos generales, pero sinceramente, lo veo muy difícil. Estas músicas están en el underground del underground. Comento mucho con compañeros del ambiente musical en general y todos están preocupados, en horas bajas e incapaces como yo, de vislumbrar algo. Pero siempre soy positivo y sé que en medio del silencio alguien pisará una ramita y el ruido será inmenso. Deseo que el ruido esté cargado de hermosas melodías.

Michael. Si pudieras cambiar una cosa en el mundo y se hiciera realidad, ¿cuál sería?

Jorge. Qué difícil de responder, son tantas cosas que habría que cambiar. Cambiaría la forma en que se sostiene nuestra sociedad, pero llevamos la existencia tratando de cambiarla, o sea, es casi una utopía. Diría que en muchos aspectos retrocedemos.

Michael. ¿Qué te emocionó de Jack Kerouac? ¿Cómo funciona la filosofía subyacente de “On The Road”?

Jorge. Por supuesto que lo que me conmovió fue su libertad, libertad verdadera, hago lo que quiero en el momento que quiero, o por lo menos es lo que refleja. No lo conocí en persona. Creo que subyace una ruptura total con lo establecido, con la rigidez en las familias americanas, pero que, trasladado a la sociedad uruguaya, que era la que viví en mi juventud, valía igual, aunque quizá fuéramos un poco más libres y con menos prejuicios.

Hay unos cuantos libros que en esa época que nos volaron el coco, pero evidentemente Kerouac estaba más próximo, todos queríamos emprender experiencias y la carretera era muy apetitosa, un viaje físico y mental, donde dejas de lado las tonterías y hay que vivir intensamente porque en unos días o meses se termina y habrá que fabricar otra historia. Por consiguiente, nos plantó la semilla del culo inquieto, ¡Busca! ¡Disfruta el segundo! ¡Ese no volverá jamás, es irrepetible!

Michael. ¿Cuáles son algunas de las lecciones más importantes que has aprendido de tu experiencia en el camino de la música?

Jorge. Son muchas, infinidad, pero hay algunos pilares importantes. Cuando estás integrando un grupo musical, hay que tener mucho cuidado con el ego. Mejor que haya una compensación de fuerzas, porque a la larga el que se sienta disminuido explotará y quizá es una pieza muy importante, el que le da ese groove a los temas, que, si no está, las canciones perderán el encanto y el grupo se irá a pique. Otra, las drogas como cualquier cosa en demasía te llevan a la ruina. No descuides nunca tu entorno: es tan importante o más que tu profesión. No te creas nunca el ombligo del mundo, donde te pusieron alfombra roja para entrar, cuando no les intereses entrarás por la puerta de servicio

Y en cuanto a lo estrictamente musical, la más importante es el silencio. Un simple silencio de un segundo le puede dar una riqueza a la canción totalmente inesperada. Menos, es más. Solemos rellenar y rellenar, y al final tantas notas son una auténtica olla de grillos. Menos, es más.

Michael. ¿Cuál es el impacto del rock, folk & blues en la tradición literaria y en las implicaciones socioculturales?

Jorge. Creo que es una especie de boomerang. La cultura se retroalimenta. La literatura, especialmente la poesía, tiene ritmo y el ritmo es música; la música también se compone de letra en las canciones. Es casi un matrimonio que se tiene cariño. La simbiosis de música y tradición literaria sacudió el mundo, algo que refleja la vida y obra de Kerouac.

Michael. Hagamos un viaje con una máquina del tiempo, ¿Dónde y por qué quisiéras ir durante todo un día?

Jorge. Al festival de Woodstock, no creo que sea necesario explicar por qué.

Flaco Barral Trío – Huy huy huy

Jorge “Flaco” Barral – Nos vamos al monte