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A las puertas del ‘Blues de la Cabaña’ 2

The Doors: A las puertas del “Blues de la Cabaña” 2ª parte

Morrison Hotel (febrero de 1970)

Hubo que esperar hasta el siguiente disco, Morrison Hotel, con su rhythm and blues lleno de pasión y con temas tan emocionantes como ‘Queen of the highway’, para atraer nuevamente los favores de la crítica y restituirles el reconocimiento de sus fans. Morrison, en sus letras, alcanzó un nivel de sed nerviosa que acrecentaba aún más la fuerza de impacto.

Empezaba con las representaciones en la autopista de, Roadhouse blues: “He ahogado mis dudas en cerveza/el futuro es una prostituta caprichosa y el fin una mujer fiel/niña, no hay nada que hacer/dispersamos nuestras cenizas /entre pliegues de la noche”. Seguía la ardiente exaltación amorosa de You make me real, y el sueño escalofriante de Peace frog. Imágenes de menstruación femenina, de violencia metropolitana, de racismo y guerra, en una especie de fresco teatral épico. “La sangre en las calles me empapa los cabellos/la sangre borbotea hasta las rodillas /la sangre canta por las calles de Chicago/la marea de sangre sale a perseguirme”, concluía la voz de Jim en una secuencia poética terrorífica.

Pero también estaba la dulce y un poco melancólica ternura de: Blue Sunday, y las inflexiones latinas de: Land ho!, sobre las inquietudes de los viejos marineros, mientras que Queen of the highway mitificaba el encuentro de Morrison con Pamela, su mujer, “Soberbia tigresa deslumbrada/por las garras del monstruo/forrado de cuero negro/soberbia princesa/reina de la autopista”.

Indian summer, era un apasionado idilio, mientras que el disco se cerraba con Maggie M´gill, casi una fotografía tomada en alguna “ciudad pestilente” del profundo sur, entre miserables en busca de aturdimientos efímeros y agitados por un incomprensible destino de desolación.

La rabia de los primeros tiempos parecía atenuada por una filosofía fatalista que también conoció momentos punzantes, pero parecía haber superado definitivamente las ardientes provocaciones iniciales. Sin embargo, musicalmente, el nuevo álbum abandonaba las veleidades jazzísticas y volvía al rhythm & blues más potente. Es obvio que cuantos habían idealizado a Morrison y a sus Doors como paladines de una cultura rebelde quedaron desilusionados, si bien muchos apreciaron la sofisticada búsqueda compositiva y el riguroso equilibrio poético.


The Doors – Queen of the Highway (versión jazz)


Los bonus tracks en esta ocasión son diez y estos más los temas originales lo hacen uno de mis dos favoritos de la banda: Talking Blues; Roadhouse Blues (toma 1-3); Roadhouse Blues (toma 6); Carol; Roadhouse Blues (toma 1); Money Beats Soul; Roadhouse Blues (toma 13-15); Peace Frog (Diálogo & falso inicio); The Spy (versión 2); Queen of the Highway (versión jazz).

Absolutely Live (julio de 1970)

Sea como fuere, los Doors del ayer, reaparecieron en un doble álbum, publicado en 1970 y grabado en vivo en varias localidades americanas entre julio 1969 y febrero de 1970. Era Absolutely Live y, junto a temas ya conocidos en sus conciertos, incluía: The celebration of the lizard, el largo poema que fue trasladado al disco en una sufrida declamación sobre fondo musical.

Se componía de diecisiete estrofas que exponían toda la compleja y tortuosa poética de Morrison. Empezaba con imágenes apocalípticas, calles invadidas por animales en libertad y “perros rabiosos” escenarios de “caos y destrucción”, donde aún nacían nuevas vidas “de piel brillante de mucosidades y sudor”. Y también siluetas de serpientes “viscosas” o “laminadas de oro blanco/sobre un esqueleto de vidrio retorcido” avanzando en el juego de la locura. La huida a la irrealidad era el único modo, decía Morrison, de escapar de un mundo que se desintegraba.

Y en este juego de locura voluntaria, de abandono total de cuanto había tenido indicios de vida, “No podemos contemplar el sol/sólo queda tiempo para huir”, se perfilaban escalas impensables, entre la continua intermitencia entre lo real y lo irreal.

Como el espejismo de una villa lujosa, lejos de los fastuosos del poder, “El cadáver del presidente yace en el coche”, reducido a fantasma y por tanto inofensivo, “Sígueme, no iremos lejos/caminaremos en Oriente hacia la corte del Zar”. Se hablaba de la “serpiente” que suscita el deseo de la “hija del reverendo/culto en el pozo sobre el margen de la calle” y que desencadenaba con su canto la euforia pagana del carnaval, la violencia de “cada instinto de cada ser”.

Y de la serpiente pasaba a la imagen del Rey Lagarto, el gran transgresor que metía, “en los garajes los coches de la policía” y que desde su “palacio de exilio voluntario” mantenía sobre el mundo su ilimitado poder de rebelión y de alternativa a los tabús de una sociedad incapaz de realizar el instinto dionisíaco que se esconde dentro de cada hombre.

En la interpretación que Morrison hacía de su poema, que era además una síntesis perfecta de su “filosofía”, desarrollaba una tensión altísima, si bien el autor en una serie de entrevistas no parecía ser consciente de haber dado a la historia la obra maestra de su poética.


The Doors – Five To One


Lista de canciones: 1. House Announcer; 2. Who Do You Love?; 3. Alabama Song (Whiskey Bar); 4. Back Door Man; 5. Love Hides; 6. Five to One; 7. Build Me a Woman; 8. When the Music’s Over; 9. Close to You; 10. Universal Mind; 11. Petition to the Lord with Prayer; 12. Dead Cats, Dead Rats; 13. Break on Through (To the Other Side); 14. Celebration of the Lizard; 15. Soul Kitchen.

L.A. Woman (abril de 1971)

Pocos meses después de Absolutely live, fue editado otro álbum que relanzó clamorosamente a The Doors. Tras el escándalo de la exhibición y juicio de Miami. El disco, publicado en aquel dramático 1971, se tituló L.A. Woman y fue mucho más que un homenaje a Los Ángeles y a sus mujeres. El público y la crítica lo acogieron con entusiasmo, decretando el arranque de una nueva juventud de Morrison y su grupo. Por mucho, particularmente junto a Morrison Hotel, es mi disco favorito. Con harto rock-blues. ¡Yeah!

En esta ocasión, el tema que llevó a The Doors a la cabeza de las listas, era el menos interesante del disco, Love her madly, más que nada sencillo y bastante alejado de la poesía alucinada del mejor Morrison. También obtuvo un gran éxito la dulce melodía de Riders on the storm. El disco se abría con Changeling, retrato de un nómada que cambia de casa continuamente, se enriquece y despilfarra toda su riqueza yendo de una ciudad a otra, “No puedo permanecer quieto/mi condena es cambiar”, y en el que es fácil reconocer al propio Morrison.

Y si la siguiente, Love her madly, es una apasionada declaración de amor, Been down so long, es otro autorretrato, el de un hombre “deprimido desde hace tanto tiempo”, en el que el autor desnuda despiadadamente su propia crisis existencial y su propia soledad, “Estoy mal desde hace tanto tiempo que he acabado por parecerme que estoy bien/¿por qué ninguno de ustedes/hace algo para liberarme?

También Cars hiss by my window, es la imagen de un hombre solo contra el mundo, confinado en el observatorio de su ventana como si estuviera en una cárcel entre cuyos barrotes se filtraran los ruidos de la vida, efímeros “como la espuma marina, como olas sobre la playa”. Junto al protagonista se encuentra una joven, pero ella, está “tan lejana que no se puede tocar, como un fantasma”, y el único apoyo parece ser la muerte que “te besará con los labios de una muchacha gélida/entre los brazos de una habitación oscura”.

La misma desolación se halla en los versos de L.A. Woman. Esta vez el protagonista es un hombre arrojado a una ciudad que gira entre panoramas de tristeza e imágenes de alegría neurótica. Los Ángeles asume el aspecto de una mujer de cabellera flameante, bellísima y, a la vez, dramáticamente sola. En L´America, se habla de América Latina, pero también de Estados Unidos vistos por los italianos o los portorriqueños llegados en busca de la esperanzadora y mítica tierra prometida para “darse de narices con una acogida a regañadientes”.

Hyacinth house, era un rápido flash sobre el poder, “¿Qué demonios han maquinado para recortar la melena a los leones?”, y un enésimo retrato de una soledad sin salida, “Quiero acariciar a una compañera desconocida/cuántas veces tengo que decirte/que necesito una nueva amiga: la última”.


The Doors – L.A. Woman


Crawling king snake, es un estupendo blues, sin duda. La crítica destacó como el mejor tema a The WASP (Texas Radio and the Big Beat). Su letra, recitada sobre una base musical, es un ataque contra el burgués americano, reaccionario y obtuso, contrapuesto a la inocencia del negro y a su “paradisiaco orgasmo sonoro”. Riders on the storm, otro hit extraído del álbum trata de quienes han sido “lanzados a los peligros de este mundo/como perros sin un hueso que morder/o actores sin guión”. Bonus tracks:  1. Orange county suite; 2. (You need meat) Don’t go no further.

Un poeta en París

Terminando el disco Jim Morrison decidió dar a su propia existencia un cambio radical y se trasladó a París con Pamela para dedicarse exclusivamente a la literatura. Anunció oficialmente que quería tomarse unas vacaciones, pensando en un definitivo abandono del grupo y quizá del rock, incapaz como era de convivir serenamente con su imagen pública. Incluso esperaba desintoxicarse del alcohol y la droga para encontrar nuevas energías y recuperar la inspiración. Una periodista, Tere Tereba, que fue a verle a su apartamento en la Rive Droite, en el barrio de Marais, a pocas manzanas de la Place de la Bastille –y no lejos del cementerio donde Jim, sería enterrado-, lo encontró aparentemente repuesto de una depresión que parecía incurable. Jim le dijo que había dejado de beber, y ya no tenía aquel “aspecto espectral de fantasma enfundado en cuero negro, más conocido en Los Ángeles como Rey Lagarto”.

Le habló con mucho amor de París, de su intención de “hacerse inmortal” con la literatura, cosa que con el rock no era posible, y le mostró un manuscrito en el que estaba trabajando. Con su invitada y con Pamela, fueron a comer al “Coupole”, el punto de encuentro de Fitzgerald, Hemingway y Sartre, decorado con las pinturas de Picasso, Klee, Modigliani, paraíso del artdéco. En la mesa le contó como The Doors estaban buscando una forma de seguir sin él, y que le estaban llegando jugosas ofertas cinematográficas que rehusaba porque le impedirían escribir. La imagen que daba de sí mismo era la de un hombre por fin sereno, fascinado con su nueva patria, sinceramente estupefacto de que su entrevistadora no viera la hora de dejar París para retornar a América. Pero, antes de que pasara siquiera un mes, el de 3 julio de 1971, se difundió por todo el mundo la noticia de que Jim Morrison había muerto por un paro cardíaco en la bañera de su casa.

The Doors sin Jim

Los Doors restantes intentaron continuar una difícil supervivencia con dos álbumes, Other Voices y Full Circle, que lo único que consiguieron fue hacer añorar la ausencia de Morrison. Manzarek intentó reemplazarlo como cantante, pero los resultados fueron muy mediocres. De modo que la banda se disolvió en 1973. Densmore y Krieger formaron The Butts Band junto al cantante inglés Jess Roden, al que luego sustituiría Michael Stull; produjeron dos discos publicados en 1974 y 1975 y luego se separaron, Krieger se pasó al jazz-rock publicando, Robbie Krieger and friends.

Por su parte, Manzarek intentó inútilmente reformar a The Doors, y luego realizó una serie de álbumes en solitario en los que destacaban su presunción y poquísima profundidad: desde The Golden Scarab, de 1975, hasta la pretenciosa transposición de Carmina Burana de Carl Orff, publicada en 1983. Le fue mejor a finales de los setenta y principios de los ochenta como productor de un interesante grupo punk californiano, llamado The X, a los que se deben, entre otras cosas, algunas versiones de canciones de The Doors. En 1978 los tres Doors supervivientes se reunieron para un disco, An American Prayer, en el que la voz de Morrison leyendo algunos de sus poemas, en una grabación de 1970 fue superpuesta a un fondo musical.


The Doors – An American Prayer