Mi blues
Por Hernán “Perikles” Campodonico
No podría precisar qué edad tenía entonces, pero era muy chico. Quizás, unos 11 o 12 años, no más. Tenía por costumbre dormirme escuchando una pequeña y vieja radio colocada en la cabecera de mi cama, apagar la luz y transportarme con la música, sin importar el género aunque ya por entonces el rock era mi gran pasión. Y en una de esas noches el locutor anunció un especial de algo llamado “Blues rural”.
Entonces, comenzó a sonar una seguidilla de canciones con guitarras acústicas, harmónicas y voces ásperas que me dejó sin aliento. Nunca había escuchado algo así, me sentí fascinado y comprendí, de ahí en más, lo que ya por entonces venía sospechando: La música sería, definitivamente, el norte de mi vida.
Ya por entonces, siendo aún muy pequeño, tenía contactos indirectos con el Blues, básicamente a través de bandas de rock que incluían alguno que otro en su repertorio. Así, canciones como “Yer Blues”, de los Beatles, o el increíble “Avellaneda Blues”, de la banda argentina Manal, estaban entre mis favoritas.
Sin embargo, desconocía por completo que el Blues era un género por sí mismo, independiente del Rock, independiente del Jazz, otro género que me atraía poderosamente desde niño.
A partir de esa noche, comencé a buscar, preguntar, intentar escuchar, lo cual era algo muy difícil porque en la Argentina de los años 70 conseguir discos de Blues no era tarea sencilla, más para un niño, y ni hablar de los medios de comunicación, claro, para los cuales no era un género musical prioritario capaz de generar grandes números de audiencia. Bueno, tampoco lo es ahora, obviamente…
En ese peregrinar entre estaciones de radio, revistas, opiniones, tiendas de discos y lo que sea buscando Blues, un día di con un nombre: John Mayall. Así que juntando las moneditas que sobraban del mandado que hacía a diario para mi madre logré comprar por mis propios fueros mi primer disco de Blues.
Compré nada más ni nada menos que “Blues from Laurel Canyon”, en el cual la guitarra del futuro Rolling Stone, Mick Taylor, terminó de convencerme que la música era el camino, la guitarra el medio de transporte y el Blues el destino. Poco tiempo después me puse manos a la obra. Tomé la vieja guitarra que mi madre solía tocar de chica y estaba abandonada en el interior de un armario y me puse a estudiar. Llegaron, además, nuevos discos a mi colección, no sólo de Blues, claro, también de Rock, Jazz y otros estilos.
Tuve la suerte que desde muy temprano en la vida supe que hacer con ella de ahí en más. Desde entonces, dediqué todos mis esfuerzos a transitar este camino tan difícil, pero a la vez tan bello que es la música. Realicé mi carrera artística por los rumbos habituales: mis primeras bandas de rock con amigos, las manos sudando y el corazón latiendo a mil revoluciones al pisar un escenario por primera vez, aunque allí abajo sólo se encontraban nuestros amigos, horas interminables de estudio, mis primeros alumnos de guitarra, mi primer demo, mi primer disco, mis primeros pasos como músico profesional.
Y todos estos elementos que hoy dan forma a mi manera de ver y entender la vida se los debo, en una medida muy importante, a aquella radio desvencijada en la cabecera de mi cama y a aquel programador al que se le ocurrió, una noche cualquiera, pasar un especial de “Blues rural”.
Y desde hace mucho tiempo, entendí que mi blues no es el de los campos de algodón; mi blues es el de los cafés de Buenos Aires y el largo deambular nocturno con mis amigos, con mi gente; mi blues es la lengua que mi patria grande y mis padres me heredaron, aquella de Sábato, de Ibarbuengoytia, de Cortázar, de Paco Taibo; mi blues es también el de mi colonia en Iztapalapa, los sonidos de mi calle, la trompetita del vendedor de pan, el grito de gas y de agua de cada mañana, los pasos de Timy, mi perro, que ya no están pero aún retumban en mi casa; Liliana, la mujer que amo, mis amigos de siempre, de aquí y de allá, mis compañeros de ruta, mis alumnos de música en Faro de Oriente, de los que tanto aprendo día a día.
Mi blues es una mezcla divina de recuerdos y vivencias, familia, sonidos, olores, querencias, fútbol, política, cafés, barrio. Así es como lo vivo, así es como lo entiendo y así es como intento interpretarlo cada minuto de mi vida.