Especial de Medianoche

Mattie Delaney, su oscuro y largo camino

El misterio alrededor de Mattie Delaney, una de las primeras mujeres que grabaron blues acompañadas únicamente por su guitarra, es casi total. Forma parte de ese selecto grupo de exponentes que registraron apenas un par de cortes y después desaparecieron en el más completo anonimato. Las dos canciones que de ella conocemos: Down The Big Road Blues, y Tallahatchie River Blues, pertenecen al año de 1930, por lo que se inscriben en la primera generación que sentó las bases para la tradición fonográfica del country blues.

Se dice que únicamente existen cinco copias de este registro de 78 rpm del Sello Vocalion, pero ellas fueron suficientes para ser reproducidas primero en discos de vinilo, en ediciones sumamente raras y escasas, como las de Yazoo, y después, ahora sí, en diversos acoplados en formato cd, que seguramente es lo que conoce el fanático.

La voz de Mattie es aguda y nasal, inscrita en la mejor tradición de los shoutters o gritadores del delta de Mississippi. Su estilo guitarrístico es percusivo, insistente, hipnótico, basado en los lineamientos que trazaron Charley Patton, Rube Lacey y Tommy Johnson, por ejemplo. De este último, tomó el mensaje del monumental Big Road Blues, para adaptarlo a su realidad como mujer afroamericana de principios del siglo pasado, que enfrentaba muchas adversidades para sobrevivir en la zona rural del delta, tanto en el aspecto sentimental como en el social.



“No puedo ir por ese gran camino yo sola, no puedo ir por ese gran camino yo sola. Si no puedo llevarte, llevaré a otra persona”, canta Mattie llena de convicción emotiva ante la soledad. Se trata de un sonido dramático, profundo, visceral, que seguramente aprendió escuchando a los músicos de las cercanías, que a su vez habían escuchado a los esclavos desembarcados de África. Esa vieja crónica en forma de canción -cuyo origen es Tommy Johnson, repito- es un buen punto de partida para descubrir la música incomparable que fascinó a los jóvenes europeos en los años sesenta.

De su otra canción destaca la crónica que hace de la inundación sufrida por el río Tallahatchie, apenas ocurrida unos años antes, y de los destrozos y consecuencias que tuvo entre los habitantes de los pueblos ribereños. El percance profundizó las diferencias sociales y raciales en esa parte de los Estados Unidos: mientras los blancos fueron rescatados por los gobiernos estatales y nacional, los negros tuvieron que acomodarse en sitios precarios de refugiados o arreglarse por su cuenta.

Justo es decir que para cuando Mattie grabó sus temas, otra mujer bluesista ya tenía un recorrido importante dentro del circuito de la música negra, Memphis Minnie, también de voz poderosa, lírica imaginativa y excelente estilo en la manera de pulsar la guitarra. Minnie se convertiría además en una gran vendedora de discos, caso contrario de la misteriosa pero fascinante Mattie.

En las notas que acompañan al disco Mississippi Moaners, se explica que su guitarra está afinada de la misma manera en que lo hacía Robert Johnson, por lo que su lugar de residencia podría estar entre la zona de la granja Dockery y los pueblos de Howard y Tchula, también se especula que ella pudo haber nacido en 1905. Otros investigadores aseguran que Mattie Delaney era un seudónimo de Mattie Doyle, quien se mudó a Memphis poco después de la gran inundación de 1927 desde su casa ubicada en el perímetro señalado.

Alguien más apuntó que ella era nativa de Glendora, en donde vivía junto a su abuelo Jeff Melton, un herrero de 70 años. Sea como fuere, nos dejó un legado de únicamente dos canciones pero eso bastó para demostrar sus grandes dotes artísticas y cimentar su misteriosa leyenda.