Especial de Medianoche

Despedida a Otis Rush

Tendría yo 13 años, aproximadamente, cuando una canción de blues me conmovió por primera vez. El shock fue inmediato. Desde entonces no la he abandonado. Recurro a ella con cierta frecuencia. La emoción no disminuye, ni la admiración por su creador tampoco. Es un himno para cualquier corazón que padezca endechas amorosas, de ahí su título: All your love (I miss loving). La escuché de nuevo hace tiempo, al fragor de unas copas en plena madrugada, al fragor de un cuerpo bello untado al mío. Otis Rush: gracias por grabarla. Willie Dixon, gracias por encausarlo por caminos tan brillantes.

Intenso, salvaje, innovador, creativo, Otis Rush vivió su vida del mismo modo como interpretaba su música, electrizando a la gente. Zurdo, de riffs lacerantes, poseía una voz atormentada, fincada en la tradición del góspel.

Junto con dos malandrines de nombres Buddy Guy y Magic Sam refrescó el panorama de Chicago a finales de los años cincuenta, otorgando al blues un carácter moderno que ya jamás desaparecería. Grabó y escribió muchos hits, temas obligados para infinidad de músicos de rock que lo idolatraban, que lo copiaban.

El pasado 29 de septiembre emprendió el viaje sin retorno Otis Rush, tenía 84 años al momento de partir. Se apagó de esta forma el hombre, pero se avivó mucho más la leyenda.

¡Brindis Doble-Double Trouble!

Desde sus primeras grabaciones en Chess ya no hay descanso posible. Engloba una vastedad sonora, un torrente telúrico, proveniente desde las entrañas mismas de la tierra. Más bien, es una sinfonía mundana de la mejor factura. Él era un guerrero, un hombre de combate, un hombre salvaje, un tigre presto al ataque. Cuando uno escucha Keep on loving me baby, por ejemplo, o también Natural Ball, se palpa esta lucha intensa que los creadores emprenden para hacer llegar su mensaje (musical) a la gente, de forma directa, llana.

Y entre más advertía las copias que su estilo generaba entre tanto seguidor, con mayor encono y bravura acometía actuaciones y nuevas grabaciones. No había poder humano capaz de silenciarlo. Ni amor ni desamor. Cuánto hay que aprender de los viejos maestros como Otis Rush, que cada día son menos. Por eso su legado es tan grande. Porque al mundo del blues le heredó su toque, que provoca alivio y consuelo en momentos de aflicción o de gozo.

Porque su obra levanta el espíritu como sólo pudieron hacerlo algunos otros personajes de sonoridades urbanas perfectas, guitarristas, para ser precisos. Pues ahora, más que nunca, la música es bienvenida. Con su lenguaje, sus códigos, su emoción vuelta alma.

En mi colección de discos están algunos de los mejores del gran Otis, en sellos como Cobra, Chess, Vanguard, Delmark, Bullfrog, Atlantic, un ramillete de gemas indispensables que fortifican el espíritu y alientan a conocer nuevos horizontes. A mí me han servido de inspiración y de ancla. Esa es la función de la música, y del arte en general: que la vida interior de la gente se modifique, que crezca ante sí misma.

¡So many roads, so many trains, hasta siempre querido maestro!

All your love

Natural Ball