Sesiones Desde la Cabina

Soy producto de la calle. Héctor Infanzón

1976. Habían pasado ocho años de Tlatelolco, sólo cinco del llamado Halconazo -la matanza de jóvenes estudiantes que se manifestaban en las calles de la Ciudad de México-, el sexenio asesino de Luis Echeverría estaba a meses de concluir; Julio Scherer y un grupo de periodistas expulsados del periódico Excelsior fundaban la Revista Proceso, que en los años siguientes se convertiría en emblema del periodismo independiente de nuestro país. Ese año, un joven talentoso con apenas 17 años, entraba a la Escuela Superior de Música para desarrollar una exitosa carrera. Pese a que en su casa siempre se escuchó y vivió la música -su padre, dice, tenía la habilidad de tomar cualquier instrumento y tocarlo-, fue a partir de ese momento que Héctor Infanzón se convirtió en músico profesional, y en paralelo estudiaba en la Superior de Música.

40 años han pasado desde entonces. Mucho camino ha recorrido, muchos escenarios los que ha pisado -como el Musikverein, de las salas de concierto más importantes del mundo-, muchos foros los que se han estremecido con su música, chicos, medianos, grandes, de todos tamaños. Su amor por la improvisación lo ha llevado a interpretar desde salsa, hasta música clásica pasando por jazz, afrocaribeña y todo lo que quepa enmedio. Su gusto y versatilidad al piano es tan ecléctica, que no deja de sorprender y lo mismo se le ve tocando latin jazz con su cuarteto, en una sala de concierto sentado al piano acompañado de alguna orquesta sinfónica o filarmónica, que luchando -divertido cual niño- “máscara contra cabellera” con su amigo, Alberto Cruzprieto.

Me gusta verme como híbrido -me platica con entusiasmo Héctor-, entendiendo la hibridez ya como una identidad en sí misma, como lo es la Ciudad de México. Soy producto de la calle”. Y sí, a la par de sus estudios en la Superior de Música, en donde aprendía Mozart, Beethoven, Chopin o Brahms, el joven Infanzón tocaba cumbias y salsas de moda en Centros Nocturnos de la capital o acompañaba al piano a cantantes de diversos géneros como a Ricardo Ceratto.

Héctor Infanzón pertenece a una generación de músicos-jazzistas-improvisadores, como Agustín Bernal o Remi Álvarez, que le tocó vivir una importante evolución en la escena nacional. En los años 70 era inexistente la carrera de jazz en la Superior de Música, ni siquiera el maestro Francisco Téllez abría su taller -que fuera la semilla de lo que ahora es la carrera-; existían exponentes del género, pero la mayor parte del tiempo se dedicaban a acompañar a otros artistas. Para la década de los 80, la escena comenzó a tener mayor movimiento, Héctor formó -junto con el propio Agustín Bernal y Tony Cárdenas-, Antropóleo, trío icónico en la historia del jazz nacional. Los años 90, fueron de mayor auge con nombres como Iraida Noriega, Magos Herrera, Aarón Cruz, Diego Maroto, por mencionar solo algunos nombres, hasta llegar al nuevo siglo, con un boom en cuanto a la cantidad de grupos, ensambles, grabaciones y presentaciones.

Yo lo que veo es que han surgido más improvisadores, más que jazzistas, que obviamente toman el jazz como un género en el que tienen toda la libertad de expresarse”, comenta Héctor Infanzón y añade, “hay proyectos de colegas jóvenes muy interesantes que están apostando a la música original; y ya en su música original alcanzas a ver que hay otras tendencias, los chavos quieren hacer su propia música, su propia manera de combinar su identidad” y las bandas de jóvenes están en eso.

En mi caso yo defiendo esta naturaleza improvisadora, -comenta Héctor sobre la cada vez más difusa barrera entre el jazz y la música contemporánea-, ya no se si es jazz lo que estoy tocando, ya no sé si es clásico lo que estoy componiendo, o si es rumba cuando estoy tocando música afrocaribeña. Resumiría lo que está pasando en esta época: se están rompiendo las barreras y lo que está sucediendo es que está emergiendo música que representa esta época”.

Héctor nació en el centro de la Ciudad de México, caminó y continúa recorriendo sus calles con edificios que ya no están, que se han modificado, calles que pese al paso del tiempo siguen manteniendo su aire de de extraña nostalgia, que nos hace recordar ambientes, aromas, personas, sucesos. Esa nostalgia lo llevó a crear el disco conceptual Citadino, que entremezcla de manera muy sutil la improvisación y el jazz, con los sonidos de la calle.

Para celebrar sus cuatro décadas de carrera, además de conciertos, Héctor Infanzón edita Arrebatos, su décimo disco, que incluye 12 piezas de improvisación que realizó hace cinco años con el clavecín de la maestra Eunice Padilla. La historia es la siguiente. Luego de una sesión para grabar la obra “En Cuentos, obra para clavecín y piano”, que escribió Héctor especialmente para su amiga, éste le pidió en préstamos por dos días su clavecín para “experimentar un poco con la sonoridad del instrumento”, explica Eunice Padilla en la nota del disco. Las grabaciones de alrededor de 18 improvisaciones, quedaron guardadas hasta hace unos meses que Héctor las escuchó y seleccionó.

Arrebatos, es un claro ejemplo de lo que Héctor Infanzón ha hecho a lo largo de cuatro décadas, sobre un instrumento improvisa y deja fluir todo su bagaje musical y de vida. Lo mismo suena un son, que un rock, o que un tema más de corte “clásico”. En resumen, esa es la historia de Héctor, una historia de talento, tenacidad, estudio y muchas ganas de divertirse como si cada presentación, cada proyecto, fuera el primero que hace.

@YonAmador

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