La Poesía Tiene Su Norma

La niña de las pestañas brillosas

A lo lejos vi un brillo en sus ojos.

Eran sus pestañas con un brillo espectacular.

Eran más brillosas que el reflejo del sol cuando iluminan el mar.

Eran tan brillosas que no lo puedo narrar.

 

Cada vez que a mi paso me fui acercando.

Sus ojos me decían cosas que inexplicablemente yo podía descifrar.

Me pedía a gritos con su mirar.

 Que me acercara más para poderla abrazar.

 

Cuando pude dar ese paso final.

Me di cuenta que la niña de las pestañas brillosas con ese brillo espectacular,

 no era más que el reflejo de sus lágrimas que desbordaban llanto.

Ese llanto que no dejaba de brotar

 y que sus ojos me hablaban sin hablar.

 

Sus ojos reflejaban sueños que tenía de niña,

y triunfos que le querian robar como mujer.

 Mis pasos se alertaron,

cuando observé en su mirada un corazón tan lastimado.

Ella cayó de rodillas y yo perplejo me quedé.

Sus pestañas brillaban muy intenso, como diamantina.

El juego de la vida en esos grandes salones rimbombantes con vestidos elegantes.

Caminando también por los parques riendo y amando sin parar.

Todo eso en sus ojos pude observar, que deseaba y podia lograr.

 

Ella me tomó de la mano,

y mágicamente su llanto paró,

y una sonrisa me regaló.

Y esto mencionó…

“Ese fue mi último llanto,

porque jamás por un hombre volveré a llorar”.

Fue cuando comprendí quién era ella,

 y que Dios…

¡nunca se va a equivocar!

Con música de fondo, Things are Changing por Papa Don McMinn del disco Blues Ain’t Color