Un Paso Adelante

La incierta definición de conciertos masivos

¿A qué nos referimos cuando hablamos de conciertos masivos? ¿Qué significado les atribuimos? ¿Los imaginamos como una congregación musical en un parque público? ¿En un centro deportivo? ¿En algún teatro? ¿En la principal plaza del país? Pudiera ser cualquiera de estas opciones. No hay duda de que el concepto conciertos masivos remite a una asistencia numerosa, pero en realidad carece de una definición precisa. 

La pregunta es: ¿cuántas personas han de estar reunidas para que a esa congregación se le pueda llamar masiva? Hay fuentes según las cuales conciertos masivos son aquellos a los que asisten más de 500 personas; otras señalan que más de mil; un tercer criterio sería más de 3 mil.

¿No es verdad que, ubicándonos en la Ciudad de México, cuando hablamos de masivos nos referimos a los conciertos que se llevan a cabo en foros capaces de congregar a más de 10 mil asistentes? Por ejemplo, el Auditorio Nacional (10 mil), el Palacio de los Deportes (20 mil) o la Arena Ciudad de México (22 mil). O a otros de mayor capacidad, como la Plaza de Toros México (42 mil), Estadio GNP Seguros (antes Foro Sol, más de 60 mil) o el Estadio Azteca (100 mil).  A una plaza como el Zócalo de la Ciudad de México pueden llegar más de 150 mil asistentes. Sin olvidar los conciertos masivos que se han llevado a cabo en Ciudad Universitaria, donde también se han reunido multitudes con motivo de la música.

Y obviamente que concentraciones mayores también son masivas, como la habida en el mítico Festival de Avándaro, al que acudieron ─se dice─ más de 200 mil personas. O el concierto de Rigo Tovar en Monterrey, en 1981, al que acudieron casi 500 mil personas, según Milenio ─otras fuentes citan 350 mil o 400 mil personas.

Ni qué decir de los megaconciertos llevados a cabo en otros países, en los que se han reunido más de 500 mil personas. Traigo a la memoria el Festival de Woodstock, en 1969; o el que dieron los Rolling Stones en La Habana, en 2016; o aquél en el que Rod Stewart congregó en Río de Janeiro a ¡3 millones 500 mil asistentes! ─sí, leyeron bien─, a fines de 1993.

Ateniéndonos a un criterio numérico, entonces, conciertos masivos son aquellos en los que se reúnen 500 o más personas, cuando ese “más” puede significar una diferencia de miles o millones. Esa es la razón por la cual afirmo que dicho concepto carece de una definición precisa, es demasiado elástico: iguala una pequeña tocada en el foro Alicia ‒que admite unos 800 asistentes en sus nuevas instalaciones‒ con un megaconcierto en bella playa brasileña.

Sin embargo, aunque parezca que en medio de esa arbitrariedad no hay un parámetro para definir qué son los conciertos masivos, en realidad sí existe uno que puede servir de guía.

En los lineamientos que al respecto publicó el Gobierno de la Ciudad de México ─como parte de la clasificación de los espectáculos públicos─ se lee: “Espectáculos masivos, cualquiera que sea su tipo, cuando el número de espectadores sea superior a 2,500 personas” (Ley para la Celebración de Espectáculos en la Ciudad De México, última reforma, 2 de marzo de 2021, título segundo, artículo 13).

Así, con esa medida, son masivos los conciertos que se realizan en foros de la capital como el Teatro Metropólitan (poco más de 3 mil lugares) o en espacios con capacidad similar o mayor, abiertos o cerrados.

Puede parecer una trivialidad el ejercicio hecho hasta aquí en aras de comprender mejor, numéricamente hablando, el concepto conciertos masivos, pero pensé que era necesaria una definición de términos cuando me propuse elaborar una cronología con el fin de tener un panorama general respecto a ese fenómeno social. Noté que para decidir cuáles incluir era necesaria una definición, ya que llegaría a una conclusión si adoptase el criterio de 2500 asistentes, y otra si fuese el de 10 mil o más.

¿En qué radica la importancia de llegar a este discernimiento? Sostengo que para investigar cómo se llevó a cabo la gestación de los conciertos masivos y cuál es su relevancia histórica, primero hay que llevar a cabo una definición de términos. ¿Cuáles hay que tomar en cuenta? ¿Cuáles no?

Adoptando el primer criterio (2,500 espectadores) estarían siendo contemplados como protagonistas de esa gestación los grupos artísticos y empresas productoras independientes que ofrecen contenidos (vamos a llamarles así) alternativos, y están en condiciones de contratar el Teatro Metropólitan, o foros intermedios similares, pero no los de mayor capacidad.

Es una opción que me parece justa porque reconoce el papel que juegan artistas y productores independientes en la formación de públicos que no se adaptan a la oferta dominante en el mercado.

En cambio, si prevalece el segundo criterio (10,000 o más asistentes), la importancia de los productores independientes se minimiza, o se anula, porque en este caso los protagonistas ─salvo excepciones─ serían los gobiernos y las grandes empresas del espectáculo, entidades que tienen capacidad económica para costear grandes producciones, con artistas que en su mayoría han sido financiados publicitariamente (patrocinios) por su orientación comercial.

Sería en tal caso una historia hecha desde el poder político y económico que excluye las aportaciones de las producciones independientes que son esfuerzos de la sociedad civil. Hay investigadores ‒funcionarios culturales, académicos, músicos‒ que pasan por alto este detalle, y sin reparar en lo que implica la distinción aquí registrada, enfocan sin más su trabajo en la segunda opción, cuando tratan el rubro de los conciertos masivos reconocen las producciones que congregan a 10,000 asistentes o más, e ignoran las de menor escala. 

La reflexión hecha en este artículo, especialmente en el tramo de los tres párrafos que preceden a éste, proviene de mi experiencia como productor ejecutivo en proyectos musicales, entre otros, con el grupo de blues Real de Catorce (1998-2007), nominado en tres ocasiones para recibir el galardón Las Lunas del Auditorio Nacional (2004, 2005, 2007), en el rubro “Mejor espectáculo de jazz y blues”.

Los conciertos masivos son capítulos importantes de nuestra vida social, económica, política y cultural. Es decir: son parte de la historia reciente de México, y por ello motivo para tratar de entender qué significa el hecho de que se hayan generalizado en nuestro país, en un lapso relativamente corto, más de 30 años a partir de 1991. Máxime cuando ahora están en una etapa de recuperación, luego de las medidas restrictivas debido a la pandemia, y han vuelto a ser un elemento prioritario en la promoción del gobierno, como los realizados en el Zócalo de la Ciudad de México.

Foto: Eric Clapton en el Estadio GNP, Ciudad de México 2024 por James García.