Reseña del Festival de Blues en Chicago 2024 – 2
Día 2. Viernes 7 de junio.
La mañana de lo que sería otra larga jornada comenzó en Dunkin’ Donuts, ya que al ser “El día de la dona” en Estados Unidos, aprovechamos la oferta de ir por nuestra pieza gratis y comerla con su respectivo cafecito americano. Enseguida, nos fuimos a hacer los honores correspondientes al “Padre del Blues de Chicago”, cercano a la esquina que forman las calles State y Washington, se encuentra el mural pintado por el artista brasileño Eduardo Kobra. Una parada obligada para cualquier fanático del blues en esta Ciudad de los Vientos.
De ahí, nos dirigimos hacia otra atracción turística para disfrutar, a La Torre Willis, conocida anteriormente como Torre Sears, es un rascacielos de 442 metros. Es el principal edificio de oficinas corporativas de Chicago y alberga a más de 100 compañías, incluidas destacadas empresas jurídicas, de seguros, de transporte y de servicios financieros. Pero además de contar con un mirador encantador que tiene vista panorámica hacia cuatro estados, también hay unos cubículos de vidrio donde se pueden tomar unas buenas fotos.
Al salir de este edificio, nos apresuramos a probar la pizza estilo Chicago en Giordano’s, y a comprar una palomitas Mix en Garret para llevarlas de botana a la jornada del Festival, pero antes todavía visitamos el Planetario Adler enclavado en el campus de museos, que es famoso por estar considerado como el primer planetario público de Estados Unidos. Finalmente, partimos hacia el Festival. Llegando justo a tiempo para pasar lista en el módulo de prensa y para ocupar nuestro privilegiado lugar en las butacas del Jay Pritzker Pavilion.
El protocolo de inicio arrancó, como es la costumbre en este escenario, con la interpretación del himno nacional norteamericano, con la bienvenida de las autoridades de la ciudad, el director del Festival, Carlos Cuauhtémoc Tortolero y con la brillante presentación de Tom Marker, maestro de ceremonias oficial del evento.
La primera actuación de la tarde correspondió a Corey Harris, un músico nacido en Denver, en una presentación como solista en acústico, quién transitó por la música de raíces, no solo de blues, sino también de raíces africanas.
Si es cierto que no fue una actuación estridente o espectacular, sí estuvo llena de emociones. Su arte incorpora elementos extraídos de toda la disgregación africana, y su mensaje es una demanda pertinaz de justicia e igualdad social, y que también resuena con una celebración exuberante y profunda de la vida. Algo sin igual que tuvimos la oportunidad de apreciar en este inicio del Festival.
Enseguida, apareció en escena desde McComb Mississippi, Castro Coleman, mejor conocido como Mr. Sipp “The Mississippi Blues Child”. Entonces resonaron las guitarras eléctricas y teclados a todo volumen, apoyados con una extraordinaria base rítmica interpretando, blues, soul y góspel. Género en donde el guitarrista, cantante y compositor se ha desarrollado plenamente. Su presencia escénica es impecable, y para su actuación como cantante dejando a un lado la guitarra, invitó a unirse a la banda a otro muy buen guitarrista: Dexter Allen. Ambos, junto con la extraordinaria agrupación culminaron una destacada presentación, que dejó muy caliente el escenario para el siguiente segmento musical.
El número estelar de la segunda jornada y primera en el Millennium Park, correspondió a un merecidísimo Tributo a Jimmy Rogers. Jimmy fue un guitarrista y cantante conocido por su participación en varios trabajos como segundo guitarrista de Muddy Waters durante las décadas de 1940 y 1950. Fue uno de los mentores y precursores del blues de Chicago. Nació el 3 de junio de 1924, por lo que esta celebración fue por motivo de su centenario. En el concierto participaron, su hijo Jimmy D. Lane: guitarra y voz; su nieto Sebastian Lane: guitarra y voz; Kenny “Blues Boss” Wayne: teclados y voz; Felton Crews: bajo; Kenny “Beedy Eyes” Smith: batería; Kim Wilson: armónica y voz; Alisia Hantke: voz; y Bob Margolin: guitarra y voz.
La música de blues tradicional fue subiendo poco a poco de intensidad y de emoción. Tuvo sus destellos llenos de nostalgia, como ver a su hijo y nieto celebrando a su padre y abuelo. O bien, en especial me conmovió ver tocar y cantar al veterano guitarrista Bob Margolin. Al final, tuvimos una foto con él. Tuve la oportunidad de comentarle que íbamos de México, y contestó después de la foto, ‘yo estuve en México en 1979 en la banda de Muddy’. Una anécdota interesante que sirvió de gran final en nuestra jornada musical.
Pero todavía no se acababa la noche. La cena fue con una riquísima hamburguesa de Billy Goat Tavern & Grill y después, un rápido vistazo a la tienda del Buddy Guy Legend’s para adquirir un recuerdo, y que nos sirvió para escuchar un poco de lo que se tocaba esa noche en el lugar, eran Billy Branch & The Sons of Blues, observados por el jefe Buddy Guy, quien se encontraba sentado casi a la entrada del lugar a un costado de una de los dos barras de bebidas del lugar… un gran día que pareció un sueño, pero que fue una realidad.