Un Paso Adelante

Barbara Dane

Barbara Dane: El blues que lleva la realidad a la gente. Foto por New York Times

Me bastó escuchar a Barbara Dane una sola vez para tenerla presente en mi memoria de por vida. Tal suceso ocurrió en el Auditorio Nacional a fines de 1983. Indagando qué ha sido de ella en los últimos tiempos me enteré que recién cumplió 97 años, cayendo en la cuenta de que John Mayall ─quien falleció a los 90─ no era el intérprete de blues más longevo. La de ella ha sido una vida entera dedicada al activismo político y a la canción de protesta, musicalmente asentada en el blues, en la tradición folk y en el jazz.

Me temo que al perfilar su trabajo no me sea posible abarcarlo en toda su magnitud, pero intentaré hacerlo de una manera sintética y significativa, teniendo en mente aquella presentación suya en el foro de Reforma. Dada la importancia de su obra, resulta extraño que esta actuación haya sido pasada por alto en especial por los conocedores del blues y el rock, ausentes aquella noche quizá porque se trataba de una cantante ajena al modelo del blues eléctrico de Chicago, el más conocido localmente.

El Primer Festival de la Juventud Mexicana se llevó a cabo del 2 al 11 de diciembre de 1983, con tres consignas que son como coordenadas de una época: Paz / No intervención / Autodeterminación de los pueblos. Los organismos promotores del evento fueron el Consejo Nacional de Recursos para la Atención a la Juventud (CREA, vía Raúl de la Rosa), el Comité Internacional Permanente de la Nueva Canción, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Comité Mexicano de la Nueva Canción.

Barbara cerró el concierto que sería la antepenúltima jornada del festival, en la que también participaron el cantautor uruguayo Daniel Viglietti, el costarricense Adrián Goizueta, destacado personaje de la música latinoamericana, y el gran Pete Seeger, una de sus principales fuentes de inspiración, junto con el cantante de gospel Paul Robeson. Dicho sea de paso, hay un testimonio grabado de la participación de Barbara en el Festival, se trata de la canción “Kingaroo”, incluida en el elepé Música del Primer Festival de la Juventud Mexicana, editado por el CREA en 1985, junto con canciones de otros participantes.

Durante los años sesenta y setenta, la rubia cantante recorrió cantidad de países apoyando toda clase de movimientos sociales y de oposición al imperialismo, relacionándose con artistas afines, entre los que cabe mencionar a los cantautores cubanos Carlos Puebla y Silvio Rodríguez, al compositor y productor inglés Ewan MacColl, de España el cantautor Raimon, el compositor e investigador mexicano Oscar Chávez, y el compositor griego Mikis Theodorakis.

Cuando se presentó en nuestra capital compartió el cartel del festival con Amparo Ochoa, Gabino Palomares y Guadalupe Pineda, de México, quienes formaban parte del elenco junto con otros exponentes latinoamericanos. En el panorama internacional de entonces destacaban los procesos revolucionarios en Centroamérica, motivo por el cual los artistas participantes objetaron el intervencionismo estadounidense en la región.

A decir verdad, el motivo por el cual asistí al Auditorio fueron las ganas que tenía de escuchar a Pete Seeger, de quien acababa de escribir un perfil con motivo de su presentación, cuando apenas estaba iniciándome en el periodismo profesional. Si bien la totalidad del concierto resultó ser una maravilla, la que me sorprendió en grande fue Barbara Dane, a quien yo desconocía totalmente. Escribí la crónica del concierto en su totalidad y tuvieron a bien publicármela en la revista Casa del Tiempo, de la Universidad Autónoma de México, en mayo de 1984. A partir de esta narración, que fue la segunda que concebí, seguí escribiendo otras hasta que hice de la crónica de conciertos una especialidad.

De entrada me cautivó la personalidad arrolladora de esa mujer de 56 años, el carácter distintivo de su enérgica voz y, sobre todo, el hecho de que convirtiera el blues en un arma política. A propósito no debo dejar de mencionar que la acompañaron su hijo Pablo Menéndez, músico que ha hecho su propia carrera en el arte de los sonidos, y dos cantantes negros que avivaron el carácter contestatario de algunos temas, Hollis Watchkins y Willie Peacock, militantes del Civil Rights Movement, quienes aportaron momentos estrujantes con el sello gospel de sus voces, siendo que era la primera vez que escuchaba algo así. Presencias insólitas en escenarios mexicanos, máxime tomando en cuenta las restricciones habidas para la realización de conciertos masivos.

Otro aspecto digno de hacerse notar es que comúnmente los grupos Blues Project y Paul Butterfield Blues Band son considerados como precursores del así llamado blues blanco en Estados Unidos, a principios de los años sesenta; sin embargo, la Dane siendo de raza blanca ya había empezado a cantar mucho antes, desde que era una adolescente, aun cuando profesionalmente empezó a hacerlo en 1956.

Ella es contemporánea de otros músicos que también demostraron que los blancos podían interpretar el blues, como Alexis Corner y John Mayall, en una época en la que se discutía si algo así era posible. Circunstancia que habla acerca de la relevancia que tiene la obra de Barbara para comunicar el blues de una generación a otra. Podemos considerarla como uno de los pilares del blues contemporáneo, sin que tenga la menor importancia que carezca de la fama que sí tiene un Eric Clapton, por ejemplo.

Cuando este guitarrista se unió a los Bluesbreakers de Mayall, Barbara Dane viajó a Cuba para cantar en contra del bloqueo, en 1966. Se le reconoce por haber sido la primera artista estadounidense en presentarse en la isla luego del triunfo del movimiento revolucionario y a pesar de los obstáculos impuestos por el gobierno de su país, motivada por le lectura del libro Escucha, yanqui, en el cual C. Wright Mills analiza el significado político y cultural de la Revolución cubana.

Son varias las razones por las cuales es posible apreciar la importancia que tuvo la presentación de Barbara Dane en el Auditorio Nacional. Nacida el 12 de mayo de 1927 en Detroit, Michigan, ciudad donde creció durante la Gran Depresión. Desde que era adolescente supo que su vocación era de carácter comunitario, no tuvo interés en el show business, prefirió cantar en marchas antirracistas o ante trabajadores sindicalizados. De ahí que con el paso del tiempo haya expandido hacia México el enfoque social que tuvieron, entre otros, compositores como Woody Guthrie o su maestro Pete Seeger.

Llegó un momento en el concierto, antes de interpretar un tema referido a recientes conflictos bélicos en Líbano, que nos comentó: “La canción es una forma de traer la realidad a la gente, que por falta de información vive de espaldas al mundo”. Premisa indispensable hoy en día, cuando las fake news inundan la esfera de la comunicación. A quien teníamos enfrente, además, era a una cantante que tenía bien identificada su genealogía, desarrolló una identidad propia sintiéndose parte con razón de una comunidad de mujeres que impulsaron el blues desde sus comienzos, como Bessie Smith, Ma Rainey, Sippie Wallace, Ida Cox, Billie Holiday o Mama Yancey.

También estaba muy compenetrada con músicos fundamentales en el jazz ─Louis Armstrong, uno de sus principales impulsores, Lizzie Miles, George Lewis, Kid Ory, Jack Teagarden, Gene Krupa, Dizzy Gillespie o Turk Murphy─; en la música folk ─Malvina Reynolds, Odetta, Judy Collins, Joan Baez, Peter, Paul and Mary, Paul Simon, Phil Ochs, o los ya citados Guthrie y Seeger─; en el blues ─Muddy Waters, Willie Dixon, Lightnin’ Hopkins, Big Bill Broonzy; o en el gospel, doo-wop y soul ─The Chambers Brothers, Sam Cook.



Cuando Barbara está en el escenario, evidentemente sobresale su figura como cantante, quedando en el fondo otro notable aspecto de su labor en la difusión del blues y la música de protesta, como lo es su incansable actividad en la difusión y producción de la canción social. En 1961, ya radicada en San Francisco, abrió su propio club con el fin difundir el blues ante nuevas audiencias. Se presentaron en el Sugar Hill: Home of the Blues, por ejemplo: Tampa Red, Jimmy Rushing, Lonnie Johnson, T-Bone Walker, Big Mama Thornton, Mose Allison, Brownie McGhee & Sonny Terry.

Las múltiples experiencias que tuvo a lo largo de la década de los año sesenta, como su gira a Cuba en 1966, o su intervención un año después en el Primer Encuentro Mundial de la Canción Protesta en el mismo país, así como su participación en el Movimiento por los Derechos Civiles, a favor de los derechos de las mujeres y en las protestas en contra de la guerra de Vietnam y del poder nuclear, le animaron a fundar una casa discográfica independiente junto con su esposo Irwin Silber ─cofundador y editor de Sing Out!, la célebre revista impulsora de la música folk─, sello al que bautizaron como Paredon Records, siendo ella la productora musical.

Así fue como registraron música relacionada con los movimientos de protesta en Vietnam, Grecia, Cuba, Puerto Rico, Haití, Angola, Palestina, Uruguay o México, e impulsaron la Nueva Trova Cubana en Estados Unidos. En su catálogo de 50 álbumes, acumulados a lo largo de 15 años a partir de 1970, se encuentra uno de la cantautora mexicana Judith Reyes, titulado Mexico: Days of Struggle, lanzado el uno de enero de 1973.

Es vasto el conjunto de labores abarcadas por Barbara Dane como productora cultural ─le llamo así basándome en lo que hace─, configura un claro ejemplo de que el significado del verbo producir no se restringe a sus aspectos económicos o técnicos. También cuentan sus implicaciones culturales relacionadas con la configuración de un conocimiento de la realidad que sea comunicable: producir es crear sentido.

A lo largo de más de setenta años, Barbara Dane ha realizado su vocación vinculando el arte con la resistencia, generando movimiento organizado a través del canto y la composición, promoviendo conciertos, realizando programas de radio y televisión, descubriendo talentos, abriendo un local o venue para la música, fundando un sello discográfico. Todo ello para conectar a la gente entre sí en pos de valores humanistas como la lucha por la libertad y la construcción de comunidad. 

Entonces, por todo lo dicho en los párrafos previos, con su presentación en el Auditorio Nacional, el 9 de diciembre de 1983, Barbara Dane trajo a México una síntesis de la música popular estadounidense más conectada con los vientos de cambio que por aquella época recorrían el mundo, con un punto de vista femenino, sin limitarse a un solo género, libre de ataduras temporales. Si algo recuerdo de aquella noche es la estrecha comunión entre artistas y público, la cual fue creciendo en intensidad a medida que transcurría el programa, hasta llegar a un extraordinario y cálido clímax al final.  

Sumada esa circunstancia a lo que representan Daniel Viglietti y Adrián Goyzueta para la música latinoamericana, y Pete Seeger como uno de los músicos más influyentes en el siglo XX, considero que tal concierto es uno de los más importantes que hayan tenido lugar en México, de especial trascendencia para la historia de la contracultura, el rock y el blues en nuestro país.