El show no debe continuar
La muerte de dos jóvenes periodistas mientras se llevaba a cabo el Festival AXE Ceremonia 2025, acabó por destapar una serie de irregularidades relacionadas con este tipo de eventos, mismas que van de la desorganización a la vulnerabilidad de los reporteros por falta de garantías laborales, pasando por descuido en las medidas de seguridad para el público, entre otras de no menor peso. Los deudos recibieron promesas de apoyo por parte de organizadores, autoridades y el medio para el que trabajaban las víctimas. Pero si en verdad se trata de poner en práctica medidas reparatorias, los implicados deberían cumplir con una justa indemnización, sin regateos. Las condolencias son necesarias, pero no suficientes. [Foto por Roberto García Ortíz (La Jornada)]
Tal acción no ha de verse desde una perspectiva meramente económica, sino como parte de una estrategia: la del acompañamiento psicosocial, lo cual significa solidarizarse con los familiares afectados, con la comunidad estudiantil de pertenencia y en general con quienes trabajan a favor de una cultura alternativa, para que elaboren el duelo y den un cause creativo y propositivo a las protestas, destinadas a cambiar una situación traumática por otra de resistencia y fortaleza. Si acaso las promesas no se cumplen, de cualquier manera quienes se han visto afectados ya ha tomado cartas en el asunto, tomando la determinación de no dejarse vencer por las circunstancias.
Estamos ante una historia repleta de recovecos que a fin de cuentas nos conduce a un solo escenario: es posible apreciar la tragedia del Festival AXE Ceremonia 2025 como un modelo a escala de la inseguridad e inestabilidad laboral que privan en nuestro país.
La tragedia era evitable
La organización colocó en zonas estratégicas cuatro plataformas de elevación en forma de tijera. Mientras tocaba Meme del Real, integrante de Café Tacuba, la fotógrafa Citlali Berenice Giles Rivera, de 28 años, y el fotógrafo Miguel Ángel Rojas Hernández, de 26, estaban a un costado de una de ellas, cerca del escenario principal, cuando el viento la derrumbó, cayendo encima de ambos con resultados fatales. No deja de ser irónico que esos señalamientos marcaban puntos de encuentro seguro.
Dicho festival se ha llevado a cabo anualmente desde 2013, y es considerado como uno de los más importantes de México en cuanto a rock alternativo, electrónica, hip hop y artistas que empiezan a destacar. En palabras de los promotores, sus características son: “AXE Ceremonia es una celebración cultural. Un festival que engloba lo mejor y más representativo de la escena musical nacional e internacional”.
Este año, después de la desgracia ocurrida en la primera jornada, el 5 de abril, fue suspendida la segunda, a celebrarse el 6 de abril. Entre los artistas que ya no se presentaron se encuentran el grupo británico de trip hop Massive Attack, el músico electrónico francés Gesaffelstein y el rapero estadounidense Tyler The Creator, cartas fuertes del cartel.
A través de sus redes sociales, Massive Attack expresó sus condolencias: “Estamos sorprendidos y tristes por las muertes trágicas y evitables de Berenice Giles y Miguel Hernández. Nuestros pensamientos están con sus familias y amigos en este momento difícil”.
Es digno de mención que hayan expresado su pesar públicamente, porque así contribuyen a que se elaboren psicológicamente los acontecimientos, además de hacer constar que su público les importa. Otros artistas que hicieron lo mismo son: Jumbo, The Marías, Luisa Almaguer, Valgur, entre otros.
Denise Gutiérrez, cantante del grupo mexicano Hello Seahorse!, escribió en sus redes sociales: “Los festivales, salas de espectáculos, clubs, entre otros, tienen la obligación de proteger a todas las personas que asisten a sus encuentros. Los espacios artísticos deben ser seguros para todos. Ninguna vida es menos valiosa. Callar un accidente mortal por seguir un concierto es lo más indignante que se puede hacer. Quienes hacemos música jamás pondríamos el show por encima de la vida de un ser humano”. (La Jornada, 9 de abril de 2025)
Berenice y Miguel eran fotoperiodistas que estudiaron la carrera de Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM. La nota del reportero Fernando Huacuz es un ejemplo de cómo es posible para el periodismo acompañar solidariamente, simplemente con sacar del anonimato a los afectados.
A ella la describe así: “era una fotógrafa ampliamente reconocida en la escena cultural mexicana. Su trabajo se enfocaba en documentar conciertos, festivales y eventos artísticos. Colaboró con medios independientes y especializados, siendo una figura recurrente en los escenarios musicales del país. De él dice: “también era un fotógrafo comprometido con la crónica visual de la cultura musical. Con una destacada trayectoria en coberturas de festivales y conciertos, su estilo se caracterizaba por retratar la emoción del público y la energía de los artistas en escena”. (Crónica, 8 de abril de 2025).
No quiero pasar por alto que los de Massive Attack reconocieron la evitabilidad de la tragedia. Ocurrió en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México, el día señalado, alrededor de las cinco de la tarde.
Si bien han asegurado las instancias correspondientes que se están haciendo las investigaciones que vienen al caso, para deslindar responsabilidades entre organizadores (Grupo Eco), proveedores de infraestructura, concesionarios del espacio, y autoridades omisas, me parece que las promesas de apoyo ‒insisto en lo dicho más arriba‒ deberían ser más específicas en cuanto a cómo se van a concretar, con una amplia difusión de por medio.
No cualquier despedida
El 6 de abril, tocó al Colectivo Praxis Combativa publicar en su cuenta de Facebook un comentario que lleva la comprensión de los hechos más allá de lo que es un acontecimiento particular: “Lo que ocurrió anoche en el AXE Ceremonia no fue un accidente ni una tragedia aislada: fue una expresión brutal del modelo de cultura que impera en este país, donde los festivales son vitrinas de marcas, las vidas se vuelven prescindibles y las instituciones públicas actúan como gestoras de intereses privados”.
Hubo una enorme indignación entre los asistentes a esta clase de festivales, y en general entre quienes están involucrados en las diferentes fases de la producción de eventos. A través de redes sociales, surgió una protesta pocas veces vista en el ámbito de la música, contribuyó a que hubiera un impacto nacional acerca de lo sucedido, con resonancia internacional. Esta reacción fue seguida por una manifestación de periodistas jóvenes en las afueras del Parque Bicentenario, realizada el 6 de abril por la tarde.
Tanto la protesta en redes como la efectuada in situ, al igual que la ceremonia luctuosa celebrada en la FES Aragón, representan otras formas de acompañamiento psicosocial, que no por ser espontáneas dejan de tener valor. Miguel había comprado unos tenis para estrenarlos el día del concierto. La cámara de Berenice no apareció. Esos objetos se convirtieron en símbolos del pesar familiar y de la indignación colectiva.
El reporte de Infobae así describe la atmósfera de luto que privó en la manifestación del 6 de abril: “Veladoras, imágenes, abrazos y exigencias de justicia marcaron un momento de dolor colectivo que rebasó los límites del espectáculo. No fue una despedida cualquiera; fue una declaración de que la vida ‒y la dignidad del trabajo periodístico‒ no puede ponerse en riesgo por desatención logística o falta de previsión” (7 de abril de 2025). Entre la asistencia sobresalió una pancarta que rezaba: “El show no debe continuar”.
Esa movilización, de suyo socialmente relevante, ha puesto los conciertos masivos bajo la lupa, y por extensión ha promovido el examen de la informalidad laboral que existe en el ámbito del rock y géneros asociados como el blues. Son tres los rubros que destacan como los más expuestos y examinados: prácticas corruptas en materia de organización, pésimas condiciones laborales para los trabajadores que conforman la (así llamada) industria musical, así como para quienes laboran en los medios, y el rescate de la música como experiencia vital, ajena al afán de lucro.
Han sido cuestionadas condiciones como: contratos amañados, falta de capacitación para los equipos de trabajo, desde los asistentes o secres, hasta los directivos; despidos injustificados; ausencia de afiliación a seguros médicos; nula indemnización en caso de accidentes; negativa a pagar adelantos, entre otras condiciones no menos importantes.
Carne de cañón
Tratándose específicamente de cuestiones informativas, en el medio se sabe que no hay garantías para llevar a cabo la cobertura de los eventos musicales, pero es algo de lo que se habla sólo en voz baja. Es un tabú. Una de las reglas no escritas en el periodismo de espectáculos ‒y su rama derivada, el periodismo de rock‒, consiste en que se puede criticar el desempeño de los artistas, pero no el de las empresas que organizan los espectáculos.
Es una práctica arraigada que surgió desde hace décadas y no en la era de las redes sociales, con todo y las nuevas generaciones de informadores. Sin embargo, la tragedia en el Parque Bicentenario propició que se rompiera el silencio, y quedara al descubierto que, en la estructura jerárquica del negocio musical, los informadores que cubren eventos musicales son (somos) carne de cañón.
Argoonautas, revista especializada en música y cultura pop, publicó en sus redes sociales una denuncia que ilustra esa inconformidad. Escribe Juls Lozano: “Llevo años fotografiando conciertos, festivales y shows sin contrato, sin seguro, sin prestaciones, sin garantías. Sin nada. Solo por pasión y por el deseo de compartirlo con ustedes. ¿Y todo para qué? Para que lo único que recibamos sea una acreditación y mucha precariedad. Me da rabia lo que pasó con Migue y Berenice. La industria necesita un cambio urgente. Los fotógrafos, videógrafos, creadores y medios no somos un accesorio: somos una parte esencial del universo de los espectáculos. Es momento de exigir lo que merecemos. Dignidad, respeto, condiciones justas y leyes que nos cobijen”. (6 de abril de 2025).
Luego de haber revisado diversos testimonios, encontré que las denuncias referidas a la falta de garantías en el ejercicio informativo, empiezan por señalar que quienes informan no son reconocidos como trabajadores. La ausencia de una contratación real por parte de los medios no permite el acceso a las prestaciones laborales que por derecho corresponden. A lo anterior hay que agregar salarios muy bajos o de plano falta de pagos. El boleto de entrada (o “acreditación”) es usado como equivalente.
En esas condiciones se vicia la relación de los informadores con las empresas promotoras de conciertos, lo que debería ser ejercicio periodístico se torna en una gratuita práctica publicitaria y de relaciones públicas a favor de los promotores. Proliferan los medios que participan en esta clase de cambalaches, te dejo entrar a cambio de que me anuncies; y lo peor de todo: a cambio de que guardes silencio cuando hay anomalías.
Es difícil concebir alternativas periodísticas que contrarresten el fenómeno descrito, porque la industria musical es un complejo sistema que impide su desarrollo con prácticas desleales y sabotajes, en los que incluso participan igual músicos que periodistas. Por experiencia propia, al respecto tendría mucho qué contar, pues he cuestionado la desorganización, la falta de garantías laborales y la mercantilización de la cultura, desde que hacía crónica de conciertos en el diario El Financiero, al despuntar la década de los noventa, en pleno auge del neoliberalismo. Y hasta la fecha…
Ahora veo como un buen síntoma que muchas voces se pronuncien para denunciar, lo que antes no ocurría. La exigencia de justicia es producto de la movilización. Las reacciones de protesta que surgieron esta vez marcan una gran diferencia con el típico conformismo del periodismo de espectáculos y el cómplice silencio de notables (y veteranos) exponentes del periodismo de rock que en casos como éste no dicen esta boca es mía.
La importancia del acompañamiento psicosocial en situaciones de crisis, el cual encausa la indignación de manera creativa y propositiva, se deja ver en la incipiente organización de informadores que convocó a todas las fuentes a llevar a cabo un paro de actividades para el 9 de abril de 2025.
La convocatoria, respaldada por más de 60 de colectivos y medios digitales, se difundió por redes sociales y prensa “tradicional”, en uno de cuyos párrafos se lee: “Nuestro trabajo ha sido menospreciado y precarizado, sin las garantías mínimas para regresar a casa con vida. No permitamos que nos hagan creer que el amor al arte es razón suficiente para morir a causa de la negligencia e indiferencia”. (La Jornada, 9 de abril de 2025).
El ejercicio que propone Gratziel Benítez en su muro (6 de abril de 2025), al poner de relieve a la música como experiencia vital, acercándonos al mundo interior de Berenice, contribuye a que elaboremos los sucesos de acuerdo con su trasfondo humano, que es el prioritario. Cito como palabras finales de este texto:
Imagina por un momento que eres Berenice Giles Rivera, fotógrafa de prensa que trabaja para Mr. Indie desde hace ya vario tiempo, además eres vegana y defensora de animales, tienes 28 años y toda una vida por delante, con muchas metas y festivales a los que amas asistir. Te levantas un sábado emocionada por realizar tu trabajo en el Festival AXE Ceremonia y disfrutar del evento.
Todo marcha bien al inicio del día, ya tomaste excelentes fotos de algunas bandas, probaste algún bocadillo de un food truck de los que asistieron y te dispones a seguir explorando el lugar, cuando de repente te cae encima una estructura decorativa sostenida por una grúa mal instalada. Todos corren a tu alrededor para tratar de quitártela, pero lamentablemente ya es demasiado tarde, tu conciencia se había apagado.